jueves, 23 de noviembre de 2017

El asesino vive en el 21 (1942)




Título original: L'assassin habite... au 21
Director: Henri-Georges Clouzot
Francia, 1942, 84 minutos

El asesino vive en el 21 (1942) de Henri-Georges Clouzot

Apenas una réplica bastaría para dejar constancia de la brillantez que contienen los diálogos de L'assassin habite... au 21. Pierre Fresnay, haciéndose pasar por el pastor protestante Robert Lester y cansado de ver interrumpida la lectura de su libro, pregunta al hombre de la pensión Les mimosas que imita perfecta e incansablemente el canto de cualquier tipo de ave: "¿Le molesta si leo mientras usted silba...?" Fina ironía, similar a la de Hitchcock, sólo al alcance de los más grandes. Como lo era este Clouzot que prácticamente debutaba en la dirección (antes de la guerra, había codirigido un par de largometrajes).

Adaptación de la novela homónima del belga Stanislas-André Steeman (1908–1970), nos encontramos ante un filme policíaco notable en el que se perciben los mismos ambientes tenebrosos y claustrofóbicos del expresionismo alemán. Tal vez porque fue producido por la Continental, la productora controlada por los nazis durante los años de la ocupación y a cuyo estudio, por cierto, ha dedicado últimamente tanto interés el también cineasta Bertrand Tavernier.



Otro rasgo que llama poderosamente la atención de El asesino vive en el 21 son esos tipos tan peculiares que pueblan sus escenas, desde Mila Malou (Suzy Delair), la amante/cantante de ópera que ayudará al inspector Wens a desvelar quién se esconde realmente tras el misterioso Monsieur Durand, hasta el faquir Lalah-Poor (Jean Tissier). Galería de freaks, en cierto modo, y que, pese a su aparente vis cómica, contribuyen a subrayar la visión pesimista del mundo que caracteriza el cine de Clouzot.

Por último, es igualmente remarcable la elegancia de la puesta en escena. Sobre todo en lo que concierne a cómo se va desgranando el misterio hasta finalmente desvelar la identidad del asesino en serie. Como el detalle de dejar su tarjeta de visita en el lugar de los hechos: verdadero gesto de distinción que llevará a Wens a definir al homicida como un "esteta del crimen".


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