sábado, 9 de abril de 2016

Vera, un cuento cruel (1974)




Directora: Josefina Molina Reig
España, 1974, 90 minutos

Vera, un cuento cruel (1974)


Lo que tú y solo tú representas para mí: renacer, empezar de nuevo a vivir... Como si yo hubiese nacido de ti y tú de mí. Vera, vuelve: siempre lamentaré lo que pudimos decirnos y no nos dijimos. Lo que dejamos de enseñarnos sobre la vida. Estás tan cerca. Solo tú faltas. Te necesito. ¡Te necesito!

La mala suerte parece cebarse con la familia Quiroga, sobre todo desde que falleció la joven esposa de Alfredo (Víctor Valverde). Quizá por ello deciden abandonar su exilio francés para establecerse en el norte peninsular, si bien les servirá de poco...

La necrofilia ha contribuido con grandes obras maestras a la historia del cine: Rebeca (1940) de Hitchcock, La habitación verde (1978) de Truffaut... La cordobesa Josefina Molina Reig (el segundo apellido dejaría de usarlo con los años) debutaba en 1974 en el largometraje con una aportación más al género mortuorio: Vera, un cuento cruel. Aunque, a decir verdad, tres años antes ya había adaptado para Televisión Española el mismo relato del francés Auguste de Villiers de L'Isle-Adam (1838–1889).

En todo caso, en el reparto del que se rodeó la directora descuellan nombres de la talla de Fernando Fernán-Gómez (el mayordomo Roger), Julieta Serrano (María) o Alfredo Mayo (don Juan Manuel), a los que cabría añadir a unos jovencísimos Lucía y Miguel Bosé. En el plano técnico, son igualmente destacables la fotografía de José Luis Alcaine y la música de Román Alís.

Es esta una película de ambientación muy decimonónica, próxima en su estética al terror gótico. Su en teoría protagonista (Alfredo) siente, de hecho, una atracción hacia la difunta Vera similar a la demostrada por otros personajes del mismo periodo: el Edgar Allan Poe del célebre poema en que evoca a Annabel Lee o el Tediato de las Noches lúgubres de José Cadalso. Sin embargo, conforme avance la trama iremos comprobando que el verdadero instigador de todos los males no es otro sino el mismísimo Roger. En realidad, él se siente totalmente legitimado a actuar como lo hace, pues tal y como le espetará a Alfredo, ¿qué son apenas unos años de convivencia comparados con todo el tiempo que el criado ha dedicado al servicio de su señora desde que esta nació?

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