sábado, 24 de julio de 2021

Cielo negro (1951)




Director: Manuel Mur Oti
España, 1951, 94 minutos

Cielo negro (1951) de Manuel Mur Oti


"Las alegrías matan menos que los disgustos, pero es porque son más escasas..." Sabia observación en boca de un médico que resume, además, la trayectoria de la protagonista de Cielo negro (1951). Porque a la cándida Emilia (Susana Canales) casi le da un soponcio el día que su compañero de trabajo Ricardo (Luis Prendes) la invita a ir a una verbena. Jamás antes tuvo esa suerte y la imaginación de la muchacha se desborda fantaseando con la posibilidad de convertirse en su novia. Pero como la pobre es humilde y poco agraciada comete la imprudencia de tomar prestado un vestido de la casa de modas donde trabaja, lo cual va a ser el desencadenante de no pocas adversidades.

Antes de eso, los títulos de crédito habían arrancado con el viaducto de la calle Segovia al fondo: indicio más que significativo, dada la leyenda negra que arrastra el lugar como punto predilecto de los suicidas madrileños, que anuncia, ya desde un buen principio, la relevancia que dicho enclave tendrá en el desenlace. De hecho, la historia se desarrolla según los parámetros habituales de cualquier cuento, de modo que Emilia vendría a ser una especie de Cenicienta moderna, mientras que la Madame del taller de costura o la pérfida Lola ejercen de bruja malísima.



El toque magistral de Manuel Mur Oti construye un sólido melodrama a partir de la novela corta Miopita de Antonio Zozaya (1859-1943), motivo que tal vez explique el exacerbado tono decimonónico de la cinta. En todo caso, y al margen de la exaltación católica con la que concluye la trama, lo cierto es que Cielo negro constituye uno de los títulos esenciales de la filmografía de su director, aparte de contener memorables personajes secundarios como Fermina (Julia Caba Alba), esa criada achulapada y agorera que invoca continuamente "lo fatal" y, sobre todo, el poetastro López Veiga (Fernando Rey), bohemio y sablista que, a cambio de un café con leche y dos ensaimadas, se presta con su pluma a participar en una cruel intriga de la que más tarde se acabará arrepintiendo.

Llegados a la última secuencia, los nubarrones que se ciernen sobre la existencia de la infeliz Emilia, metafóricos y literales, dan pie a un célebre trávelin de varios minutos de duración en el que la protagonista deambula por las calles bajo una lluvia torrencial que no es sino el punto álgido de tantas penalidades como les ha tocado padecer a ella y a su amantísima madre (Inés Pérez Indarte). De ahí que muchas veces se haya querido ver esta película como ejemplo de un neorrealismo incipiente cuyo rasgo más definitorio sería la crueldad ambiental cebándose contra un ser indefenso e inocente.



8 comentarios:

  1. Narrada con acierto y con pasión. Una gran película.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Respuestas
    1. Ya lo creo: de ésas que merecen ser reivindicadas entre las mejores de nuestro cine.

      Eliminar
  3. Hola Juan!
    Se me están acumulando las películas... jeje Seguiré descubriendo y disfrutando de todas estas joyitas olvidadas.
    Por cierto, desconocía ese dato sobre el acueducto de Segovia.
    Saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno: no se trata del acueducto segoviano, sino del viaducto que hay en Madrid (ése que aparece en tantas películas de Almodóvar).

      En cualquier caso, teniendo en cuenta que Mur Oti era vigués como tú, deberías colocar "Cielo negro" en un lugar destacado de tu lista de películas pendientes.

      Saludos.

      Eliminar
    2. Ese es el peligro de leer sin gafas, bueno, a eso añádele lo despistado que soy últimamente, o eso me dicen en casa...jeje
      Pues mira, desconocía a Mur Oti y que fuese mi paisano, gracias por la información.
      Saludos!

      Eliminar
    3. De nada, Fran: gracias a ti por tus comentarios y tu fidelidad.

      Saludos.

      Eliminar