viernes, 27 de diciembre de 2019

La vida empieza hoy (2010)




Directora: Laura Mañá
España, 2010, 90 minutos

La vida empieza hoy (2010) de Laura Mañá


-Abuelo, ¿por qué son tan complicadas?
-Porque les hablamos poco...

La tercera entrega de este monográfico que estamos dedicando a Laura Mañá nos permite fijar ya algunas constantes en su filmografía como directora. Por ejemplo, un interés manifiesto hacia el sexo, entendido como necesidad básica y saludable que requiere, por tanto, de grandes dosis de pedagogía para evitar y/o sobreponerse a los peligros de cualquier tipo de represión. O, en claro contraste (por aquello del eros y thánatos), la obsesión por la muerte y los estragos de la senectud. Por último, una defensa continua y destacada de los derechos de la mujer, sin que ello comporte animadversión alguna hacia los hombres.

De todo ello hay un poco en La vida empieza hoy, escrita en colaboración con Alicia Luna y excelente muestra de hasta qué punto una comedia coral puede ser dinámica, pero también reivindicativa. Porque sus protagonistas, la mayoría pertenecientes a la denominada tercera edad (que es ese eufemismo con el que evitamos pronunciar la palabra vejez), reclaman —¿o, más bien, nos recuerdan?— que la libido sigue viva más allá de los setenta.



Y, en clara oposición a Juanita (Pilar Bardem), Herminia (Sonsoles Benedicto) o Julián (Osvaldo Santoro), se hallan los familiares de éstos, incapaces, en muchos casos, de concebir que sus padres, antes que ancianos, siguen siendo personas que sienten y aman. Aunque hay otros, caso de Pepe (Lluís Marco), que primero tienen asuntos pendientes que resolver consigo mismos, ya sea porque necesitan aprender a desenvolverse en su recién estrenada condición de jubilados, ya sea porque, con el pretexto de cuidar de los nietos, han descuidado su relación de pareja durante demasiado tiempo.

Animando al personal está Olga (Rosa Maria Sardà), esa profesora espontánea y desenvuelta que anima a sus veteranos alumnos del cursillo de sexología a que se reserven veinte minutos diarios para practicar alguna actividad que les resulte placentera. Unos optarán por entablar una nueva relación con alguna septuagenaria de buen ver o por establecer complicidades con un nieto adolescente; otros, por zamparse tres raciones de tarta de chocolate. Aunque la más original, a este respecto, es la siempre díscola Juanita, dispuesta a separarse de su marido difunto y hasta a marcharse de este mundo en autobús.





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