sábado, 14 de diciembre de 2019

La hierba errante (1959)




Título original: Ukigusa / 浮草 
Director: Yasujiro Ozu
Japón, 1959, 119 minutos

La hierba errante (1959) de Yasujiro Ozu

En la época del cine mudo yo ya había rodado una película con esta misma historia. Pero quería hacer otra [...] así que [...] reescribí el guion de arriba a abajo, cambiando la estación y la ambientación. Y la rodé con la Daiei. El tema era lo que llamamos mono no aware: una historia de otros tiempos. La época era la actual, pero con un sabor un poco anticuado de la era Meiji. [...] Digamos que al final lo que hice fue revivir una historia de otro tiempo para adaptarla al nuestro.

Yasujiro Ozu
La poética de lo cotidiano
Traducción de Amelia Pérez de Villar

Se ha comparado la obra de Ozu con la de pintores como Mondrian. Y el plano con el que se abre La hierba errante (una estampa portuaria en la que la figura estilizada de un faro compite en esbeltez con una botella) resulta, al respecto, bastante sintomático. Todo el filme, de hecho, revela una minuciosidad notoria en lo tocante a la composición del encuadre, con líneas paralelas, tanto en horizontal como en vertical, delimitando una puesta en escena milimétricamente calculada.



También el plano final (un tren que se aleja al anochecer) merece que se le dedique un comentario, toda vez que denota la influencia de otro filme estrenado el mismo año que éste: Con la muerte en los talones (1959). Y es que el cineasta japonés, pese al innegable regusto oriental de su caligrafía, confiesa en varios de sus escritos la admiración y aun influencia decisiva que determinados directores europeos y norteamericanos ejercieron sobre su forma de ver la realidad. Una mirada que, por cierto, coincide en el tratamiento del color de esta cinta con la del propio Hitchcock.



En otro orden de cosas, Ukigusa representa un sentido homenaje a los cómicos de la legua. Su protagonista es el veterano director (y empedernido adicto al sake) de una compañía itinerante de kabuki que, habiendo tenido un hijo con una mujer soltera, regresa al pueblo en el que viven ambos para actuar en el teatro local. Evidentemente, el muchacho (aunque de tonto no tiene ni un pelo) lo llama tío, contribuyendo así a mantener unas apariencias que saltarán por los aires cuando la actual amante del director, más joven y actriz a sus órdenes, tenga noticia de semejante embrollo.



Pese a haber empezado como una comedia, la acción irá paulatinamente desviándose hacia el melodrama de tintes "familiares", uno de los temas predilectos de Ozu y que atraviesa su filmografía de principio a fin. Sin embargo, tampoco es que los protagonistas integren una familia en el sentido tradicional del término, sino que son más bien un clan entre cuyos miembros se han acabado estableciendo vínculos aún más sólidos que los que comportarían los lazos de sangre. De ahí que algunos actores de la compañía, sobre todo los más viejos, estallen en lágrimas cuando Komajuro (Ganjirô Nakamura) les anuncie la disolución de la troupe.


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