viernes, 6 de diciembre de 2019

Institute Benjamenta, or This Dream People Call Human Life (1995)




Título en español: Instituto Benjamenta o este sueño que la gente llama vida humana
Directores: Stephen Quay, Timothy Quay y Weiser Quay
Reino Unido/Japón/Alemania, 1995, 105 minutos

Institute Benjamenta (1995) de los hermanos Quay


Inquietantemente turbadora como Eraserhead (1977) de David Lynch, con ese blanco y negro onírico del que después se han valido otros cineastas, caso del canadiense Guy Maddin en My Winnipeg (2007), el primer largometraje de ficción de los hermanos Quay transcurre en una enigmática institución dedicada al adiestramiento de futuros lacayos (entre ellos Íñigo, interpretado por el vasco César Sarachu muchos años antes de que adquiriese popularidad gracias a su participación en el espacio televisivo Cámera café).

Como si de un cuento de hadas se tratase, la trama sigue a Jakob (Mark Rylance), un joven que ingresa en la escuela que dirigen los hermanos Johannes (Gottfried John) y Lisa Benjamenta (Alice Krige). Sin embargo, Jakob considera que el ambiente reinante en dicho lugar es opresivo y por ello no disfruta de las lecciones que recibe. Desafiando a los Benjamenta, intentará entonces cambiar sus métodos, llegando a conseguir que Lisa, que se siente atraída por él, le muestre el laberinto secreto debajo de la escuela...



Partiendo de la novela Jakob von Gunten, del escritor suizo Robert Walser (1878–1956), los Quay se sirven de diferentes técnicas de animación para construir un universo al más puro estilo kafkiano. Aunque, tirando más atrás en el tiempo, aún sería posible, asimismo, establecer algún que otro paralelismo entre el lenguaje visual de los directores y el de un cierto tipo de cine mudo, básicamente expresionista o, sobre todo, en la tradición marcada por el surrealismo de Un chien andalou (1929) de Buñuel y Dalí.

En resumidas cuentas, quienes decidan adentrarse en semejante pesadilla se hallarán inmersos en una atmósfera oscuramente submarina, digna heredera de toda una tradición fílmica en la que la impronta de Jean Cocteau, patente en no pocos momentos —por ejemplo, durante el entierro de Lisa— se da la mano con otra vena mucho más underground procedente del cine experimental estadounidense de los años sesenta y setenta.


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