domingo, 31 de marzo de 2024

El despojo (1960)




Director: Antonio Reynoso
Méjico, 1960, 12 minutos

El despojo (1960) de Antonio Reynoso


Aunque no llegue a los doce minutos de duración, lo cierto es que El despojo (1960) transmite una fuerza inequívocamente rulfiana cuyos rasgos más reconocibles residen en la austeridad del paisaje y de las gentes que lo habitan. De hecho, al ver a ese padre con el niño enfermo en brazos resulta inevitable pensar en «¿No oyes ladrar los perros?», uno de los textos que integran El llano en llamas. Tanto es así que todo parece indicar que Carlos Fuentes, guionista de la adaptación que dirigiera el francés François Reichenbach en el 75 a partir de dicho relato, tuvo bastante en cuenta este cortometraje como fuente de inspiración. Algo que, por cierto, también había hecho, a su vez, el propio Rulfo a la hora de concebir la historia que aquí se expone, muy similar en su planteamiento a una narración del norteamericano Ambrose Bierce (1842-1914) titulada «An Occurrence at Owl Creek Bridge» (1891) y que Charles Vidor llevó al cine a principios de los años treinta bajo el doble título de The Spy o The Bridge

Por otra parte, no es exacto, como indican los títulos de crédito iniciales de El despojo, que se trate de la versión cinematográfica de un cuento de Rulfo, sino que el método de trabajo consistió, tal y como posteriormente declararían el director Antonio Reynoso y su director de fotografía, Rafael Corkidi, en filmar cada día lo que el novelista les contaba de viva voz por las noches. Y así, desplazados hasta Cardonal, una aldea remota del estado de Hidalgo que, como la Comala de Pedro Páramo, se caía a cachos, llevaron a cabo el rodaje, utilizando como actores a vecinos del lugar.

El caso es que la cinta, una de las pocas experiencias gratificantes que vivió Rulfo en materia fílmica, plantea el odio entre campesinos y caciques desde el punto de vista de un individuo, llamado Pedro, que, tras tirotear al terrateniente don Ceferino, y siendo alcanzado también él mismo por las balas de éste, imagina una huida feliz, junto a su hijo y esposa, hacia tierras más prósperas, alejadas del influjo de los oligarcas y del malévolo Nahual. Pero todo es un simple delirio, apenas la ensoñación de un moribundo, que dura desde que su cuerpo queda suspendido en el aire hasta que finalmente, al cabo de varios minutos, cae exangüe sobre su propio guitarrón.



2 comentarios:

  1. Carlos Fuentes, gran aficionado al cine y hombre muy ligado al séptimo arte más allá de las fronteras de su país.

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    1. Aparte de uno de los nombres principales del boom de la narrativa hispanoamericana.

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