Director: Mitl Valdez
Méjico, 1984, 43 minutos
Tras el horizonte (1984) de Mitl Valdez |
Comenzó a perder el ánimo cuando las horas se alargaron y detrás de un horizonte estaba otro y el cerro por donde subía no terminaba. Sacó el machete y cortó las ramas duras como raíces y tronchó la yerba desde la raíz. Mascó un gargajo mugroso y lo arrojó a la tierra con coraje. Se chupó los dientes y volvió a escupir. E1 cielo estaba tranquilo allá arriba, quieto, trasluciendo sus nubes entre la silueta de los palos guajes, sin hojas. No era tiempo de hojas. Era ese tiempo seco y roñoso de espinas y de espigas secas y silvestres. Golpeaba con ansia los matojos con el machete: “Se amellará con este trabajito, más te vale dejar en paz las cosas”.
Juan Rulfo
«El hombre»
El llano en llamas (1953)
La magnificencia de una naturaleza indómita de valles profundos y ríos caudalosos sirve de marco donde se sitúa la acción de Tras el horizonte (1984), mediometraje con el que el mejicano Mitl Valdez, por aquel entonces alumno del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM, se aproximaba por vez primera al universo literario de un narrador que volvería a adaptar años después en la más ambiciosa Los confines (1987).
El argumento del filme respeta, en buena medida, lo expuesto por Rulfo en su relato «El hombre», si bien la relevancia del borreguero (Rodolfo De Alexandre) queda bastante atenuada, hasta el extremo de que, a diferencia de lo que ocurría en el texto original, dicho personaje se ve relegado a mero espectador al que nadie pedirá explicaciones tras el fallecimiento por causas violentas del individuo al que dio de comer y cuya historia escuchó pacientemente a orillas del mismo caudal donde aparecerá muerto.
Así pues, el juego a tres voces que tenía lugar en el cuento queda reducido ahora a apenas dos bandas en las que los pensamientos respectivos de perseguidor (Rodrigo Puebla) y perseguido (Noé Murayama) se escuchan en off conforme avanza el periplo de ambos a través de las escarpadas lomas y bajo un sol de justicia. De modo que si uno se lamenta, recriminándose continuamente, como si de un mantra se tratase, "No debí matarlos a todos" (en alusión a los miembros de la familia de su adversario, a quienes aniquiló sin piedad después de que aquél hiciese lo propio con un hermano suyo), el otro no cesa en su empeño de darle alcance para saciar su sed de venganza.
En definitiva, una audaz puesta en escena que jugaba con elementos tan innovadores como el monólogo interior o las acciones fuera de campo y que, tras décadas en el olvido, sería felizmente recuperada en 2019 con motivo de la tercera edición de Arcadia — Muestra Internacional de Cine Rescatado y Restaurado que organiza anualmente la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México.
El imaginario de Rulfo da mucho de sí.
ResponderEliminarSobre todo en Méjico, donde es una figura nacional que ha inspirado a muchos cineastas.
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