domingo, 20 de junio de 2021

Parsifal (1951)




Directores: Daniel Mangrané y Carlos Serrano de Osma
España, 1951, 96 minutos

Parsifal (1951) de Mangrané y Serrano de Osma


Por la grandilocuencia un tanto teatral de su puesta en escena, amén del origen wagneriano del argumento, Parsifal (1951) hace pensar de inmediato en las soberbias producciones monumentalistas del expresionismo germánico, siendo Los nibelungos (1924) de Fritz Lang el referente más obvio a este respecto. Sin embargo, sería posible entrever, asimismo, una cierta impronta a lo Cocteau en las soluciones, sencillas pero ingeniosas, con las que Carlos Serrano de Osma supo resolver visualmente los intríngulis del apartado técnico.

Protagonizada por el mejicano Gustavo Rojo (1923–2017) y la francesa Ludmilla Tchérina (1924–2004), la versión que nos ocupa de Parsifal adaptaba libremente la ópera homónima de Wagner para situar la acción en una hipotética Tercera Guerra Mundial: contexto de destrucción masiva a escala planetaria en el que dos soldados, supervivientes de los bombardeos, buscan refugio en las ruinas de un antiguo monasterio entre cuyos escombros hallarán el libro que cuenta la historia de un joven del siglo V encargado de dar con el Santo Grial y la lanza que atravesó el costado de Cristo.



La ampulosidad altisonante de los diálogos, recitados con la habitual afectación que se estilaba en aquellos tiempos, no debería eclipsar las muchas virtudes de una película surgida del empeño del ingeniero químico Daniel Mangrané (1910–1985), cineasta de escasa filmografía (tan sólo dirigió otro largometraje, El duende de Jerez, en 1954) e hijo del que fuera diputado por Esquerra Republicana de Catalunya Daniel Mangrané i Escardó. Orígenes familiares que quizá ayuden a entender por qué los hechos transcurren en la montaña de Montserrat, a la que se equipara con el Montsalvat wagneriano.

Al margen de la ingenuidad con la que el filme plantea la lucha entre el bien y el mal, así como la exaltación mesiánica de las últimas secuencias, cabe destacar la impecable fotografía en blanco y negro de Cecilio Paniagua. Otro tanto pudiera decirse de los decorados, obra de José Caballero y Enrique Bronchalo, y de una espléndida banda sonora que fue concebida bajo los auspicios de Ricardo Lamotte de Grignón y Enric Ribó.



8 comentarios:

  1. Por lo que cuentas, meritoria dentro teniendo en cuenta el contexto y la época.

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    1. Así es. Meritoria y aun digna de ser tenida en cuenta como uno de los títulos más logrados del cine español.

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  2. Serrano de Osma es otro de los cineastas españoles por los que siento simpatía. Esta película me sorprendió gratamente y escribí sobre ella en mi blog.

    Saludos.

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    1. Lo sé: estuve leyendo tu texto para documentarme.

      Saludos.

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  3. Otra película más que no tenía ni idea... que no me da la vida para tanto que quisiera ver y leer... que no me da...

    Besos, Juan.

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    1. ¡Hola, Silvia!

      Es muy cierto lo que comentas, aunque yo creo que, organizándose uno bien, hay tiempo para todo.

      Saludos.

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  4. Parece mentira, pero aún no la he visto. Eso sí, la tengo en el punto de mira, así que caerá pronto.
    Saludos!

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