jueves, 18 de agosto de 2022

Eva (1948)




Director: Gustaf Molander
Suecia, 1948, 98 minutos

Eva (1948) de Gustaf Molander


La vida y la muerte juegan un importante papel en la psique del protagonista de Eva (1948). Detalle digno de ser tenido en cuenta considerando que el guionista de la película fue Ingmar Bergman, para quien la pugna entre esas dos pulsiones estuvo siempre muy presente a lo largo de toda su carrera como cineasta. El caso es que, ya desde pequeño, Bo (Birger Malmsten) da muestras de un carácter impulsivo que lo llevará a enfrentarse con su propio padre e incluso a escaparse de casa en una aventura de fatales consecuencias.

De vuelta al hogar, tras varios años ausente y recién licenciado de la Marina sueca, el Bo adulto rememora algunos de los episodios más traumáticos de su infancia, al mismo tiempo que inicia una relación sentimental con la bella Eva (Eva Stiberg), su vecina de toda la vida. Sin embargo, un fuerte sentimiento de culpa asalta continuamente los pensamientos de Bo, hasta el extremo de que el joven regresará durante un tiempo a Estocolmo para poner en claro sus ideas.



Pero la existencia que lleva en la capital dista de ser la más aconsejable. De hecho, la malévola Susanne (Eva Dahlbeck), esposa de su compañero de habitación, intentará sin éxito seducirlo, dando pie a una tensa situación que sólo se arregla cuando Eva reaparece en escena para poner paz y llevarse consigo a Bo a una remota isla donde únicamente tendrán la compañía de un adusto granjero viudo llamado Johansson (Carl Ström).

Tal y como ya había sucedido un año antes con La mujer sin rostro (Kvinna utan ansikte, 1947), la crítica vio en Eva una película de Bergman más que una de Gustaf Molander. No en vano, el libreto había surgido de un relato del primero, titulado "El pequeño trompetista y Nuestro Señor". Y es que aparte de la ya mencionada lucha interior del protagonista, resuelta cuando él y su esposa sean padres de un niño que le hace entender la verdadera dimensión de la existencia, son varios los elementos típicamente bergmanianos que aquí se dan cita. Por ejemplo, la isla como espacio idílico al que se retiran los personajes en busca de serenidad. O esas dudas existenciales, abiertamente nihilistas, que a veces verbalizan: "Creo que Dios nos ha abandonado. Creo que Él ha muerto. Y todo sigue su curso, hasta que todo finalmente se detiene."



2 comentarios:

  1. Hola Juan!
    No me cansare de decirlo, gracias por todo el cine que nos descubres.
    Esa frase final me ha dejado pensativo...
    Saludos!

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    Respuestas
    1. De nada, Fran: gracias a ti por tu constancia y fidelidad como seguidor del blog. La frase a la que te refieres anuncia ya las preocupaciones religiosas del cine posterior de Bergman.

      Saludos.

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