miércoles, 17 de agosto de 2022

La mujer sin rostro (1947)




Título original: Kvinna utan ansikte
Director: Gustaf Molander
Suecia, 1947, 104 minutos

La mujer sin rostro (1947) de Gustaf Molander


El primer guion que Bergman escribió para el director Gustaf Molander (1888–1973) se encuadra formalmente en los parámetros del cine negro por entonces en boga. Contiene, en ese sentido, continuos contrastes entre luces y sombras, así como la presencia perturbadora de una femme fatale que llevará al protagonista por el camino de la amargura. No obstante, además de los lugares comunes que caracterizan al género, Kvinna utan ansikte (1947) se distingue por una original estructura en forma de rompecabezas a base de saltos temporales y diferentes versiones de una misma historia. El encargado de ir encajando las piezas, amén de narrador de la historia, será un novelista llamado Ragnar (Stig Olin).

Se da la circunstancia de que Ragnar es amigo de Martin (Alf Kjellin), gris padre de familia que un buen día se deja seducir por la desinhibida Rut (Gunn Wållgren) con la que inicia un tórrido romance. En un principio, Ragnar se presta a hacer de tapadera para que los dos amantes puedan verse a escondidas, si bien Martin abandonará a su esposa e hijo para irse a vivir con Rut, primero a un hotel de mala muerte y después, tras desertar del ejército, a unos viejos almacenes abandonados.



Un análisis pormenorizado de la trama y los personajes revela enseguida que no estamos ante el típico film noir según los estándares fijados por la industria hollywoodense. Muy al contrario, la pareja protagonista obedece a unas motivaciones que, lejos de estereotipos superficiales, ponen de manifiesto profundos conflictos interiores. Así, por ejemplo, vemos que Martin muestra un fuerte rechazo hacia la institución matrimonial que concuerda plenamente con la actitud de Bergman en la vida real. Rut, en cambio, no responde exactamente al prototipo de mujer fatal, sino que se trata de una pintora cuya neurosis tiene su origen en los abusos sexuales que padeció durante la infancia.

Tal y como evidencian los recortes de prensa de la época, la película fue recibida como una cinta de autor, obra de un avispado guionista, antes que como un meritorio trabajo de Gustaf Molander. En todo caso, su atrevido cartel ya sugería un erotismo latente (véase, a tal efecto, la escena entre Rut y el deshollinador) que el estricto código Hays jamás hubiese permitido en una producción norteamericana.



2 comentarios:

  1. Hola Juan!
    Desde luego el cartel tiene tela, vamos, que si eso llega en aquel 47 a los censores españoles les da un pasmo...jeje
    Esta siendo este un verano de mucho ajetreo (los nietos me roban horas...jeje), tengo que organizarme un poquito mejor, el cine que me queda por ver es mucho...
    Saludos!

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    1. Bueno, hay que aclarar que la película no es tan atrevida como el cartel hacía pensar (los publicistas suecos ya tiraban de estos trucos a finales de los cuarenta para atraer público a las salas).

      Pues nada, Fran: a disfrutar de la familia, que eso es mucho más importante que el cine.

      Saludos.

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