viernes, 3 de julio de 2020

Saeta rubia (1956)




Director: Javier Setó
España, 1956, 93 minutos

Saeta rubia (1956) de Javier Setó


Hubo un tiempo en que los cantantes, los toreros y los futbolistas se prestaban, con bastante frecuencia, a protagonizar filmes de contenido más o menos autobiográfico que contribuyesen a ensalzar sus respectivas figuras. Tal sería el caso, por ejemplo, de Alfredo Di Stéfano, de quien ya tuvimos ocasión de comentar, hace un par de años, La batalla del domingo (1963).

Dirigida por el malogrado Javier Setó (Lleida, 1926-Madrid, 1969), Saeta rubia ficcionaliza una imagen del delantero centro del Real Madrid cuyo rasgo más significativo sería la vertiente social de benefactor de niños de la calle. Los mismos que, al inicio del relato, se las ingenian para robarle la cartera y que, al fin y a la postre, acabarán integrando un equipo de fútbol, el Saeta F. C., entrenado a las órdenes del propio don Alfredo.

El actor Valeriano Andrés a lo Matías Prats (al fondo, Di Stéfano)

Y es que el astro argentino (nacionalizado español) levantaba pasiones allá adonde iba (o eso, al menos, es lo que intenta transmitir la película). Como esa especie de amiga-amante cabaretera llamada Julia Rey (interpretada por la italiana Donatella Marrosu), que se pasa la vida intentando seducir al ídolo, sin que éste, generalmente fiel a su linda (y celosa) esposa María (Mary Lamar), le haga excesivo caso. Sea como fuere, la presencia de la susodicha en el reparto da pie a que se incluyan un par de números musicales, con lo cual la cinta ve enriquecido su argumento más allá de lo estrictamente futbolístico.

Gran profusión de imágenes de archivo, la mayoría pertenecientes a partidos jugados en el estadio Santiago Bernabéu, ilustran (y sirven también como relleno, por qué negarlo) la brillante trayectoria del ariete. No faltan los inevitables encuentros con el Barcelona de Kubala (éste será, por cierto, el nombre en clave para referirse a su querida) o el Milán. Del mismo modo que tampoco faltará alguna que otra vieja gloria venida a menos (el padre de uno de los chicos, encarnado por Jacinto Quincoces, quien había sido futbolista, asimismo, en la vida real). Pero el magnánimo Di Stéfano, que tiene recursos para todo, coloca al señor como taxista, al hijo en un taller mecánico y lleva al resto de muchachos por el buen camino. Vaya: que, más que una biografía, el filme es una hagiografía...


2 comentarios:

  1. Hola Juan!
    Si bien hace muchos años que perdí el interés por el fútbol la película si que me resulta interesante como documento de la época. Por cierto, ¿te das cuenta de la gran diferencia que tienen los futbolistas de antaño con los actuales?... Alfredo parece un jubilado en el poster, el cual no me disgusta por cierto.
    Saludos!

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    1. Hola, Fran:

      Tampoco a mí me interesa gran cosa el fútbol, pero, como bien señalas, una película así es una cápsula del tiempo que bien merece que se le dedique un poquito de atención.

      Y en cuanto a lo que comentas a propósito de los futbolistas de antaño con respecto a los de hogaño, yo me quedo con los de antes. Básicamente porque, cuando yo era un chaval, me resultaba muy fácil mirar hacia arriba y ver a tipos como Koeman, Laudrup, Begiristain..., que eran elegantes dentro y fuera del campo. En cambio, hoy en día me cuesta horrores mirar hacia abajo y ver a tanto hortera repleto de piercings y tatuajes. Vaya, que se hace uno viejo, supongo...

      Saludos.

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