Director: Alain Resnais
Francia/Japón, 1959, 90 minutos
Hiroshima, mon amour (1959) de Alain Resnais |
Dos desconocidos en una ciudad espectral cuyo nombre permanecerá para siempre asociado al horror de una explosión nuclear. Él (Eiji Okada) sobrevivió a la bomba y ahora trabaja como arquitecto. Ella (Emmanuelle Riva) es una actriz francesa que se halla de paso en Japón para rodar una película antibelicista. Tanto el uno como la otra quedaron marcados por vivencias traumáticas. Ambos están casados. El suyo es, pues, un amor imposible. Lo cual no impide que mantengan una relación fugaz.
Título fundacional de la Nouvelle vague, Hiroshima mon amour (1959) conserva intacta, seis décadas después de su presentación en el Festival de Cannes, la elegancia de un estilo minimalista construido, en sobrio blanco y negro, a base de flashbacks. Una forma radicalmente innovadora de hacer cine que, en lo sucesivo, iba a revolucionar el lenguaje fílmico hasta remover por completo los cimientos de la propia gramática audiovisual.
Sin embargo, lo verdaderamente significativo, más que su forma, es el mensaje de una cinta protagonizada por dos seres que pretenden aliviar con un poco de amor (aunque sea pasajero y furtivo) el nihilismo que atenaza sus respectivas existencias. ¿Cómo sobrevivir, si no, en la vacuidad del mundo surgido tras la Segunda Guerra Mundial? En ese sentido, las terribles imágenes con las que se abre la película, procedentes del filme Hiroshima (1953) de Hideo Sekigawa, no invitan precisamente al optimismo. Como tampoco parece que Ella se haya recuperado del todo del calvario que le hicieron pasar en la pequeña localidad de Nevers...
Y es que Resnais plantea, a partir del guion de Marguerite Duras, un curioso paralelismo según el cual las heridas causadas por la intolerancia tardan tanto o más en cicatrizar que las ocasionadas por la metralla. De modo que la muchacha, a quien los vecinos le raparon la cabeza y sus propios padres la encerraron en un frío sótano por haberse enamorado de un soldado alemán, padece ahora las secuelas de tantas penalidades como sufrió.
Sin embargo, lo verdaderamente significativo, más que su forma, es el mensaje de una cinta protagonizada por dos seres que pretenden aliviar con un poco de amor (aunque sea pasajero y furtivo) el nihilismo que atenaza sus respectivas existencias. ¿Cómo sobrevivir, si no, en la vacuidad del mundo surgido tras la Segunda Guerra Mundial? En ese sentido, las terribles imágenes con las que se abre la película, procedentes del filme Hiroshima (1953) de Hideo Sekigawa, no invitan precisamente al optimismo. Como tampoco parece que Ella se haya recuperado del todo del calvario que le hicieron pasar en la pequeña localidad de Nevers...
Y es que Resnais plantea, a partir del guion de Marguerite Duras, un curioso paralelismo según el cual las heridas causadas por la intolerancia tardan tanto o más en cicatrizar que las ocasionadas por la metralla. De modo que la muchacha, a quien los vecinos le raparon la cabeza y sus propios padres la encerraron en un frío sótano por haberse enamorado de un soldado alemán, padece ahora las secuelas de tantas penalidades como sufrió.
Que tal Juan!
ResponderEliminarEn un ranking de títulos con 3 palabras este es de los que no se olvidan. La película es una delicia si bien el tema es duro.
Feliz semana!
"Deliciosa", como bien dices, pero también de una modernidad sorprendente en su puesta en escena.
EliminarSaludos.
És d'aquelles que cada vegada que la torno a veure m'agrada més.
ResponderEliminarLa qual cosa la fa mereixedora d'apel·latius com ara clàssic o obra mestra.
EliminarOtro clásico imperecedero de la Nouvelle Vague.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y, frente a los excentricidades de, por ejemplo, un Godard (que hoy podrían parecer un tanto "demodées"), de una vigencia admirable.
EliminarSaludos.