Título original: Bathing Beauty
Director: George Sidney
EE.UU., 1944, 101 minutos
Escuela de sirenas (1944) de George Sidney |
Bobalicona, superficial, cursi... Sí, ¿por qué negarlo? Escuela de sirenas (título español de Bathing Beauty) reúne todas esas "cualidades". Pero, con todo y con eso, sigue siendo un verdadero placer disfrutar de sus números acuáticos, émulos de las coreografías apoteósicas de Busby Berkeley, aunque pasadas por agua. Y lo mismo podría decirse de las actuaciones musicales de Xavier Cugat o el trompetista Harry James con sus respectivas orquestas, las baladas del tenor colombiano Carlos Ramírez y las humoradas de Red Skelton vestido de mujer.
El público, sin embargo, acudía en masa a las salas de proyección para verla a ella, la náyade Esther Williams (1921–2013). En ese sentido, su papel de recatada maestra en un colegio para señoritas de buena familia, adonde se refugia por el despecho de la supuesta infidelidad de su flamante marido, no era sino un pretexto para entretener al respetable en tanto llegaba el momento culminante.
Y la guinda son todas esas sílfides sonrientes zambulléndose en la piscina para completar un ballet submarino que es un primor de belleza y fantasía en Technicolor, amén de hito de la natación sincronizada mucho antes de que Gemma Mengual u Ona Carbonell la convirtiesen en disciplina deportiva de primer orden.
Pero, aparte de las cabriolas de este ejército de esbeltas ondinas, son muchos los momentos que, a buen seguro, el espectador retendrá en su memoria cinéfila: Cugat, catalán universal, completando una de sus célebres caricaturas justo antes de que Lina Romay se arranque, en castellano, con los compases de "Bim, Bam, Bum"; la destreza de la organista Ethel Smith ejecutando al teclado, en compañía de sus alumnas, diversas melodías de enorme complejidad técnica; las argucias del protagonista masculino para librarse de la incómoda presencia de un perro descomunal; etc.
Y la guinda son todas esas sílfides sonrientes zambulléndose en la piscina para completar un ballet submarino que es un primor de belleza y fantasía en Technicolor, amén de hito de la natación sincronizada mucho antes de que Gemma Mengual u Ona Carbonell la convirtiesen en disciplina deportiva de primer orden.
Pero, aparte de las cabriolas de este ejército de esbeltas ondinas, son muchos los momentos que, a buen seguro, el espectador retendrá en su memoria cinéfila: Cugat, catalán universal, completando una de sus célebres caricaturas justo antes de que Lina Romay se arranque, en castellano, con los compases de "Bim, Bam, Bum"; la destreza de la organista Ethel Smith ejecutando al teclado, en compañía de sus alumnas, diversas melodías de enorme complejidad técnica; las argucias del protagonista masculino para librarse de la incómoda presencia de un perro descomunal; etc.
Que tal Juan!
ResponderEliminarMe ha encantado esta entrada, de niño me quedaba boquiabierto viendo aquellas coreografías en el agua. Hace mucho tiempo que no la veo, me has dado una idea...
Saludos!
Muchas gracias, Fran: me alegro de que te haya gustado. Es curioso, pero yo también asocio esta película con mi infancia. De hecho, recuerdo que, a mediados de los ochenta, TVE le dedicó un ciclo a Esther Williams.
EliminarSaludos.