Título original: Piranha
Director: Joe Dante
EE.UU./Japón, 1978, 94 minutos
Piraña (1978) de Joe Dante |
Resulta inevitable acordarse de Tiburón (1975) cuando vemos cundir el pánico entre los personajes de Piranha (1978). De hecho, el parecido entre ambas producciones, totalmente intencionado, por cierto, no sólo suscitó las iras de la Universal, sino que a punto estuvo de costarle una querella a Roger Corman, productor ejecutivo de la cinta. No obstante, la intercesión del propio Spielberg, encantado con la película, evitó que la cosa llegase a mayores.
El caso es que su director, el mismo Joe Dante que años más tarde iba a ser el responsable de títulos tan emblemáticos como Aullidos (1981), Gremlins (1984) o El chip prodigioso (1987), acometió la puesta en escena con una clara intención referencial, motivo que explicaría la enorme cantidad de alusiones, veladas y explícitas, a los voraces habitantes de las profundidades acuáticas. Así pues, una trucha que se dora en una sartén, unas imágenes emitidas desde algún televisor, una bañista que está leyendo Moby Dick... nos recuerdan continuamente la presencia del peligro que acecha bajo las aguas.
Aunque aparte de pirañas mutantes, fruto de antiguos experimentos secretos con la mira puesta a infestar de dientes afilados los ríos norvietnamitas, el guion de John Sayles implica también una historia de amor latente entre Maggie (la canadiense Heather Menzies-Urich) y el alcoholizado Grogan (Bradford Dillman). Relación que se verá entorpecida, ni que decir tiene, por los continuos contratiempos a que ambos deben hacer frente.
La intervención del ejército, tras una sangrienta masacre, pone punto y final a la tragedia, si bien las últimas palabras de la doctora Mengers (Barbara Steele), con el telón de fondo de las aguas enrojecidas del mar, hacen presagiar lo peor... Desenlace abierto, por lo tanto, que dejaba abierta la puerta, asimismo, a una posible secuela, como así fue cuatro años más tarde, dirigida, entre otros, por James Cameron.
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