lunes, 23 de diciembre de 2024

Emilia Pérez (2024)




Director: Jacques Audiard
Francia/Bélgica/Méjico, 2024, 132 minutos

Emilia Pérez (2024) de Jacques Audiard


Ni es un musical propiamente dicho ni una película que encaje con facilidad en la mayoría de géneros al uso. De ahí la expectación generada por Emilia Pérez (2024) ya desde su presentación en el último Festival de Cannes, donde se alzó con varios galardones, entre ellos el obtenido por el cuarteto de actrices protagonistas: Zoe Saldaña, Selena Gómez, Adriana Paz y Karla Sofía Gascón, con mención especial para esta última.

Y es que el hecho de que un capo del narcotráfico mejicano opte por cambiar de sexo (y de paso de vida) es un argumento como mínimo original, máxime cuando el papel corre a cargo de un portento tan sumamente arrollador como la ya mencionada intérprete trans, española en realidad que un buen día cruzó el charco para forjarse una carrera actuando en diversas producciones de la televisión azteca.



A todo esto, resulta que el filme en cuestión, mitad ópera mitad melodrama, es un proyecto mayoritariamente franco-belga, dirigido por Jacques Audiard a partir de canciones de Camille y producido, ahí es nada, por los mismísimos hermanos Dardenne. Nadie lo diría, habida cuenta del genuino sabor charro que destila la historia. Aunque, a decir verdad, no han faltado voces discordantes que lamentan la imagen estereotipada que se ofrece de la sociedad mejicana o incluso de lo que consideran una visión hasta cierto punto retrógrada del colectivo trans.

Sea como fuere, lo cierto es que el resultado final, y puede que ahí resida el mérito de una cinta que no suele dejar a nadie indiferente, sitúa al espectador en una disyuntiva un tanto incómoda: la de si tomarse en serio o en broma una película que aborda temas tan importantes como la violencia sistémica en América Latina. A fin de cuentas, y por más que el feroz líder de un cártel se transforme en la "compasiva" responsable de una ONG llamada La Lucecita, dedicada a recuperar los cadáveres de sus propias víctimas, el problema sigue latente. Irónica metáfora de un mundo en el que, con demasiada frecuencia, se tiende a blanquear la crueldad.



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