jueves, 4 de julio de 2024

Los girasoles (1970)




Título original: I girasoli
Director: Vittorio De Sica
Italia/Francia/URSS/EE.UU., 1970, 108 minutos

Los girasoles (1970) de Vittorio De Sica


Más que por lo que cuenta, una típica historia de amor truncada por la guerra, I girasoli (1970) ha pasado a la historia por haber sido una de las primeras producciones occidentales parcialmente rodadas en la antigua Unión Soviética. De hecho, no deja de tener su punto exótico el ver a Sophia Loren paseando por las inmediaciones de la Plaza Roja de Moscú o a Marcello Mastroianni padeciendo los rigores del crudo invierno en un paisaje nevado que probablemente se corresponda con algún rincón de la actual Ucrania.

La banda sonora de Henry Mancini (nominada al Óscar en su categoría) y la fotografía en color de Giuseppe Rotunno (1923-2021) contribuyen, por otra parte, a recrear un ambiente en la línea de lo que el productor Carlo Ponti ya había logrado cinco años antes con la exitosa Doctor Zhivago (1965). Sin embargo, ni el guion de Zavattini y Tonino Guerra está a la altura de la novela de Pasternak ni la puesta en escena de De Sica consigue superar lo logrado previamente por David Lean. Tampoco pasa nada: cada película es distinta y la diferencia entre sus respectivos presupuestos, en favor de la primera, mucho más. En cualquier caso, baste zanjar las comparaciones entre ambas diciendo que Ponti no pudo revalidar el éxito de taquilla. Por lo menos al mismo nivel.



Y es que la química entre la pareja protagonista, si bien seguía existiendo y aún depararía actuaciones magistrales en el futuro, comenzaba a resentirse, tal vez porque Mastroianni era ya un poco mayor para el papel de marido que se va a luchar al frente. Con todo y con eso, tanto él como la Loren demuestran con creces que estaban igual de dotados para el drama como para la comedia.

Por último, el hecho de que la URSS se desmoronara hace ya décadas le resta algo de fuerza a una cinta que en su momento tenía el aliciente añadido de haber sido filmada al otro lado del Telón de Acero. Un morbo que, vista hoy, más de medio siglo después, podría pasarle desapercibido a más de uno. Al igual que la rica simbología de una trama en la que el viaje de la sufrida esposa hasta los confines de la remota Rusia, además de humanizar a sus habitantes, representa una hermosa metáfora de lo que significa la perseverancia, aunque también de los estragos que causan el tiempo y la distancia. Y todo ello para constatar, una vez que se consuma el reencuentro entre Giovanna y Antonio, que, como diría Neruda, "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos".



miércoles, 3 de julio de 2024

Ayer, hoy y mañana (1963)




Título original: Ieri, oggi, domani
Director: Vittorio De Sica
Italia/Francia, 1963, 120 minutos

Ayer, hoy y mañana (1963) de Vittorio De Sica


Ieri, oggi, domani (1963). O, lo que vendría a ser lo mismo, Adelina, Anna y Mara, que son los tres personajes que interpreta Sophia Loren en esta entrañable comedia dividida en tres partes (una por cada región de la Península Itálica: Norte, Centro y Sur), siempre con Mastroianni en el rol masculino. Si el primer episodio se corresponde con el "Ayer", tal vez sea porque lo protagonizan napolitanos de los de toda la vida, de esos que cantan y gesticulan a cada momento, acostumbrados a batallar diariamente con las estrecheces propias de una vida humilde. Ambiente vecinal, por tanto, y una esposa dispuesta a procrear hasta siete veces con tal de eludir la cárcel...

En abierto contraste con su predecesora, la segunda historia se sitúa en un presente sofisticado de milaneses que visten elegantemente y escuchan jazz a través de la radio de su lujoso Rolls-Royce. Arranca con un interesante plano secuencia en cámara subjetiva en el que vemos las calles del centro urbano a través de los ojos de la protagonista mientras ésta conduce y repasa mentalmente los compromisos de su apretada agenda.



Por último, la prostituta en torno a la cual gira el tercer y último capítulo vive confortablemente en un ático de Roma donde recibe a sus distinguidos clientes. El problema vendrá cuando en la terraza contigua un joven seminarista se quede prendado de la belleza de la mujer. Circunstancia que horroriza a los abuelos del muchacho, a quienes ha ido a visitar y en cuyo apartamento se aloja durante su estancia en la Ciudad Eterna.

Y a todo esto, ¿qué papel juega el bueno de Marcello? Pues resulta que, aparte de remedar a la perfección el acento de cada región, en los tres casos va siempre a remolque de la hembra, por motivos muy distintos. En primer lugar, el exhausto Carmine no puede tirar de su pellejo ante la vivacidad sin límites de su cada vez más abultada prole. En cambio, el Renzo del segundo episodio, en su calidad de intelectual algo mundano, no pasa de ser el capricho pasajero de una señora adinerada deseosa, con motivo de una ausencia del marido, de evadirse de los convencionalismos de su clase social. Finalmente, el libidinoso Rusconi verá sucesivamente frustradas sus tentativas de saciar en Mara un desmedido apetito carnal.



martes, 2 de julio de 2024

Matrimonio a la italiana (1964)




Título original: Matrimonio all'italiana
Director: Vittorio De Sica
Italia/Francia, 1964, 98 minutos

Matrimonio a la italiana (1964) de Vittorio De Sica


El éxito comercial del que disfrutó Matrimonio all'italiana (1964) responde a una fórmula infalible cuyos ingredientes principales serían, a grandes rasgos, los que a continuación se exponen. Por un lado, ya el propio título remite explícitamente, en forma de réplica, a otra película, Divorzio all'italiana (1961), que también había sido protagonizada por Marcello Mastroianni. Quien ahora, acompañado por Sophia Loren, repetía de nuevo el tándem que habían formado un año antes a las órdenes de De Sica en Ieri, oggi, domani (1963).

Por otra parte, el guion, basado en una pieza teatral de Eduardo De Filippo, Filomena Marturano, y que Luis Mottura, por cierto, ya había llevado a la pantalla en 1950, tira de los tópicos habituales a la hora de caricaturizar la vida en el sur de Italia. Así pues, a la ambientación napolitana se suma la ironía de unos personajes que, si bien resultan más amables que los cáusticos sicilianos de Divorzio…, se verán envueltos en una especie de matrimonio de conveniencia que, con sus altibajos, evoluciona a lo largo de muchos años de dimes y diretes.



Pero el caso es que, además de comedia, la cinta nos depara, igualmente, muchos momentos de intenso dramatismo. Por ejemplo, cuando la protagonista, una prostituta a la que don Domenico (Mastroianni) convierte en amante y criada, se reencuentra con sus tres hijos. O las muchas trifulcas que ambos mantienen y que, en el fondo, pese a que él sea un mujeriego empedernido, dejan entrever el amor que en realidad se profesan.

En última instancia, pudiera afirmarse que la película (nominada en su día a dos premios Óscar: Mejor Filme Extranjero y Mejor Actriz) explora temas como la fidelidad o el honor en el contexto de la Italia de posguerra. En ese orden de cosas, habría que ver tras el carácter tragicómico de las situaciones la firme voluntad de una mujer empeñada en prosperar aunque sea casándose, mediante artimañas de todo tipo, con un tenorio provinciano que regenta una pastelería.



lunes, 1 de julio de 2024

Divorcio a la italiana (1961)




Título original: Divorzio all'italiana
Director: Pietro Germi
Italia, 1961, 105 minutos

Divorcio a la italiana (1961) de Pietro Germi


Ese barón de aire circunspecto y mirada lánguida, aristócrata decadente de la no menos decadente nobleza siciliana, le valió a Marcello Mastroianni el honor de ser el primer intérprete masculino de habla no inglesa que optaba a ganar un Óscar. Lo mismo que su director, Pietro Germi (1914-1974), quien además de ser nominado a la Mejor Dirección se haría con la preciada estatuilla gracias a un cáustico guion coescrito junto con Ennio De Concini y Alfredo Giannetti.

Valiéndose de un sutilísimo humor negro, los responsables de Divorzio all'italiana (1961) esbozan un panorama, el de la anquilosada sociedad meridional, que, a grandes rasgos, no difiere gran cosa de lo que un par de años después, ya en clave histórica y con un planteamiento mucho más serio, mostraría el Visconti de Il gattopardo (1963). Aunque aquí, a diferencia de los intríngulis de la fastuosa oligarquía decimonónica, todo se desarrolla en un ambiente mucho más de estar por casa.



De entre los numerosísimos momentos memorables de esta delirante comedia costumbrista quizá el que ha quedado para la posteridad, por lo que tiene de guiño cinéfilo, es el de la proyección de La dolce vita (1960) ante una nutrida audiencia de paisanos deseosos de recrearse admirando la escultural anatomía de la sueca Anita Ekberg. Inaudita e intencionada referencia, puesto que, como todo el mundo sabe, la réplica, zambullidos en las aguas de la Fontana di Trevi, se la daba el propio Mastroianni.

En todo caso, lo verdaderamente interesante de su impecable puesta en escena reside en la mordacidad con la que retrata conceptos hoy tan caducos como el adulterio o el honor, hasta el extremo de cuestionar la institución del matrimonio y la idea del amor romántico. De hecho, y ante la imposibilidad de obtener la separación mediante cauces legales, si el lacónico "Fefè" planea asesinar a su esposa (Daniela Rocca) es para poder casarse después con su joven y atractiva prima (Stefania Sandrelli). De todo lo cual se desprende una auténtica sátira de la sociedad italiana de posguerra, que se encontraba en un proceso de profunda transformación social y política.