Título original: La decima vittima
Director: Elio Petri
Italia/Francia, 1965, 93 minutos
La víctima número diez (1965) de Elio Petri |
Fantasía futurista adornada con algún que otro toque humorístico. En realidad, como se suele decir en estos casos, un vehículo para el lucimiento de Mastroianni (inusualmente teñido de rubio) y, sobre todo, de una escultural Ursula Andress que venía precedida de su aura de chica Bond. Lo cierto es que La decima vittima (1965) pudiera haber tenido algún interés en manos de, pongamos por caso, un director tipo Jean-Luc Godard, quien por aquellas mismas fechas andaba también metido en proyectos vagamente relacionados con la ciencia ficción, caso de Alphaville (1965).
Erotismo latente y diseño pop art, tanto de interiores como de vestuario, en una película cuyo argumento, adaptación de un relato de Robert Sheckley (1928-2005), plantea un mundo regido por computadoras en el que, alternativamente y hasta completar el cupo de diez muertes, a unos les toca el papel de víctimas y a otros el de asesinos. Todo debidamente retransmitido por televisión e incluso con patrocinadores. Curiosa manera de controlar y mantener a raya la violencia, convirtiéndola en espectáculo de masas, a no ser que se interponga la chispa del amor y haga de las suyas...
En principio, parece que el italiano Elio Petri era partidario de un enfoque serio de la historia, pero el todopoderoso Carlo Ponti, productor de la cinta, acabó imponiendo su criterio para llevarse el guion de Tonino Guerra y Ennio Flaiano a un terreno mucho más ligero (léase, comercial), con una fuerte influencia del mundo del cómic y los códigos visuales propios del lenguaje publicitario.
Lo curioso del caso es que, pese a lo intrascendente de su planteamiento, con el paso de los años esta inverosímil (a la par que amable) distopía colorista tenía todos los puntos para terminar convirtiéndose en filme de culto. Buena prueba de ello es la influencia que posteriormente ha ejercido sobre otros títulos, de entre los que destacan la saga de Austin Powers o Los juegos del hambre.
Constato que la filmografía de Mastroianni no tiene desperdicio.
ResponderEliminarUn abrazo.
De esta película, aparte de su banda sonora jazzística, a cargo de Piero Piccioni, me encanta la escena en la que, a orillas de la playa, Mastroianni ejerce de gurú de una especie de secta mística. Y cuando un grupo de detractores comienza a lanzarles huevos y tomates se refiere despectivamente a ellos como "neorrealistas".
EliminarUn abrazo.
A veces ocurren estas cosas.
ResponderEliminarPor fortuna, supongo.
EliminarMe parece interesante que se haya adaptado ese cuento, que he leído y releído.
ResponderEliminarAsí que despierta mi curiosidad. Sobre todo con ürsula Andres.
Pues no lo sé, no he tenido ocasión de leerlo. Aunque me parece que la película es menos seria que el relato.
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