Director: Fernando Delgado
España, 1943, 77 minutos
La patria chica (1943) de Fernando Delgado |
Justo después de Fortunato, película que ya tuvimos ocasión de comentar aquí hace algunas semanas, el director Fernando Delgado acometía el proyecto de La patria chica, musical folclórico al servicio de Estrellita Castro basado en un asunto original de los hermanos Álvarez Quintero y con partitura de Ruperto Chapí.
Su argumento, de tan manido, se resume en pocas líneas: un empresario parisino, interpretado por Juan Calvo, que responde al aciago nombre de Monsieur Renard ("zorro" en francés), se desplaza hasta Sevilla para contratar un cuadro flamenco y llevárselo en tren a su país. Tras haber hecho lo propio en Zaragoza con una rondalla de joteros, llegada a París tres días antes, la compañía al completo se reúne en la Fonda España, regentada por el orondo Romeu (Manuel Requena). Pero Renard, acuciado por las deudas, se da a la fuga dejándolos en la estacada.
Ante lo desesperado de su situación, Pastora recurrirá al pintor José Luis (Salvador Soler) antiguo novio para el que solía posar en la capital andaluza. De hecho, existe la posibilidad de que Míster Blay (un rico extranjero al que da vida Félix de Pomés) compre por una importante suma un retrato suyo. Pero al contemplar al natural la belleza de la modelo se olvidará enseguida del cuadro... Lo cual no sólo hace peligrar el dinero que les permitiría volver a España, sino que genera una fuerte rivalidad entre el acaudalado varón y el mañico Mariano (Pedro Terol), quien de tanto reñir con Pastora se ha enamorado perdidamente de ella.
Típica producción Cifesa, La patria chica pretendía aprovechar la fama de la obra adaptada aunando en un solo filme dos modelos de probado éxito: el andalucismo de comedias como Suspiros de España (Benito Perojo, 1939) y el toque aragonés de Nobleza baturra (Florián Rey, 1935). Añadiendo, por otra parte, el patrioterismo tan en boga en el cine franquista. No en vano, la fonda adonde recalan los personajes se llama España con toda la intención, ya que en ella se reúnen coterráneos de diversas regiones de la geografía nacional, como el pintor Españita (Salvador Rapallo), ausente durante quince años de su Cádiz natal. Recurso que, poco tiempo después, se pondría de nuevo en práctica en La nao Capitana (Florián Rey, 1947), donde un barco rumbo al nuevo mundo con tripulantes de distinta procedencia cumplía similar función que el mencionado hotel.
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