sábado, 20 de julio de 2019

El mago de la muerte (1940)




Título original: Before I Hang
Director: Nick Grindé
EE.UU., 1940, 62 minutos

El mago de la muerte (1940) de Nick Grindé


Más que una de tantas películas de serie B, Before I Hang (1940) es una exquisita pieza de orfebrería al servicio del siempre inquietante Boris Karloff. Su escasa duración, apenas una hora, se explica por el hecho de que este tipo de filmes solían utilizarse como complemento de las grandes superproducciones en los programas dobles de muchos cines de la época o incluso en las sesiones matinales.

Al margen de tales consideraciones, propias de una industria que se veía obligada a fabricar continuamente y a un ritmo frenético nuevos productos que satisficieran la creciente demanda del público, lo cierto es que El mago de la muerte (anodino título español, frente al más rotundo "Antes de que cuelgue" del original) sigue planteando temas de absoluta vigencia casi ochenta años después de su estreno.



Por una parte, hay que tener en cuenta que el doctor John Garth (Karloff) —el "Asesino misericorde", como lo llaman los titulares de prensa— es juzgado y condenado a muerte por haber practicado la eutanasia. Detalle que adquiere mayor interés al escuchar la justificación que esgrime en su defensa ante el tribunal: "Es cierto que soy un asesino ante los ojos de la ley. Pero mi corazón, en mi interior, se siente inocente. […] Lo que hice, lo hice porque no encontré otra salida para solucionar el terrible problema que mi paciente padecía. Él sufría una insoportable y creciente agonía simplemente porque la vejez se apoderó de su cuerpo...".

He ahí el verdadero quid de la cuestión: fruto de sus investigaciones, Garth logra desarrollar, a partir de la sangre de un reo, un suero que permite rejuvenecer a quien lo ingiere. Pero... Pero no vamos a desvelar nada nuevo si decimos que el secreto de la eterna juventud es un tópico que el séptimo arte ha frecuentado con bastante asiduidad. Ahí está, en clave de comedia, esa delicia llamada Monkey Business (1952) de Howard Hawks. O, más recientemente, el Benjamin Button (2008) de David Fincher. Prueba fehaciente, todos esos títulos, de la eterna obsesión del ser humano por detener el inexorable paso del tiempo y sus devastadores efectos.


2 comentarios:

  1. Que tal Juan!
    Otra que no he visto, esta me la anoto pero en "preferentes"...jeje
    El poster es una delicia y el argumento promete. De niño sentia panico por las agujas a dia de hoy lo llevo mejor aunque cuando hago analisis de sangre desvio la mirada. Por cierto, la ultima foto mete miedo...jeje
    Saludos!

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    1. Hola, Fran:

      Ésta es una de esas pelis de la mal llamada Serie-B, con un excepcional Karloff al que vemos rejuvenecer en pantalla de forma muy convincente.

      Respecto a las agujas, a mí me ocurre lo mismo que a ti. De hecho, alguna vez me he mareado cuando me han hecho un análisis. O sea que ya ves: la cosa debe de ser bastante común.

      Hasta pronto.

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