miércoles, 31 de julio de 2019

El largo invierno (1992)




Título original: El llarg hivern
Director: Jaime Camino
España/Francia, 1992, 135 minutos

El largo invierno (1992) de Jaime Camino


Tratándose de un director que tantas veces había abordado el tema de la guerra civil española a lo largo de su carrera, era casi obligado que Jaime Camino cerrase su filmografía (en lo que al cine de ficción se refiere) con una película rotundamente a favor de los valores republicanos. Porque ese "largo invierno" al que alude el título no es más que una metáfora en referencia a los cuarenta años de dictadura franquista que seguirían tras el fin de la contienda. Se trata, por tanto, de una especie de segunda entrega de Las largas vacaciones del 36 (1976), sólo que ahora el período retratado no es el alzamiento propiamente dicho, sino la debacle final con la entrada de las tropas nacionales en Barcelona a finales de enero de 1939.

Aparte de un reparto internacional, encabezado por Vittorio Gassman en el papel de fiel mayordomo y en el que figuran nombres de la talla de Jean Rochefort o Elizabeth Hurley, se da la circunstancia, como ya sucediera en anteriores superproducciones del cine catalán como La ciutat cremada (1976) de Antoni Ribas, de que diversas personalidades aparecen en fugaces cameos. Así, por ejemplo, el músico Quimi Portet (componente de El último de la fila), que es el "topito" hallado por los falangistas en el sótano mientras expurgan la biblioteca familiar (la escena se rodó en el Ateneo Barcelonés). O el guionista Romà Gubern, captado brevemente por la cámara como uno de los presos que esperan a que los lleven al Campo de la Bota para ser fusilados. Hasta el propio Jaime Camino se reservó un papelito, con texto y todo, de lo más ocurrente: es el Capitán General al que acude Casimiro Casals (Adolfo Marsillach) para implorar que indulten a su hermano Jordi. No deja de ser gracioso que quien dirige la película sea, asimismo, quien interprete a la máxima autoridad en la ficción...

Jean Rochefort en el Salón Sant Jordi del Palau de la Generalitat

También en el guion encontramos los nombres ilustres de Manuel Gutiérrez Aragón y el escritor Juan Marsé. Algo que, en el caso de este último, queda patente a través de pequeños detalles que previamente ya habían aparecido en algunas de sus novelas. Como ese fusil que alguien escondió bajo el cenador del jardín y que, al cabo de los años, descubrirán los operarios que se disponen a acondicionar la casa antes de entregársela a sus nuevos propietarios japoneses: objeto cargado de enorme valor simbólico con el que Marsé ya había jugado en Un día volveré (1982). O Flora, la niña en silla de ruedas, que podría recordar a la enfermiza protagonista de El embrujo de Shanghai (1993).

Dividida en dos partes —"La casa de las mimosas" y "Caralsol"—, El largo invierno indaga, como todos los filmes de Camino, en los resortes de "la vieja memoria", que fue, por cierto, el título del mítico documental por él dirigido en plena Transición. Claudio, su protagonista, es un hombre acostumbrado a obedecer dada su condición de criado. También es el responsable, sin él proponérselo, de que la tragedia se cierna sobre la rama republicana de los Casals. De ahí que, pese a ser el nexo de unión entre pasado y presente, viva apesadumbrado por el peso de la culpa. Y es que, nos viene a decir la película, en la vida hay que tomar partido si uno no quiere acabar, como ese pobre anciano, vencido por los años y el desconsuelo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario