Título original: Some Like It Hot
Director: Billy Wilder
EE.UU., 1959, 121 minutos
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Con faldas y a lo loco (1959) de Billy Wilder |
Una crítica social bajo un envoltorio de comedia; una obra maestra que trasciende modas y épocas... Combinando elementos del slapstick con diálogos ingeniosos que mantienen un ritmo ágil y entretenido, el aura mítica de Some Like It Hot (1959) llega intacta hasta nuestros días gracias a ese toque inconfundible que sólo Wilder y su equipo de colaboradores (con el guionista I.A.L. Diamond a la cabeza) eran capaces de conseguir.
Tal vez uno de los aspectos más destacables de la película sea su habilidad para jugar con las convenciones de género. A este respecto, y a través de los personajes de Joe y Jerry, interpretados por Tony Curtis y Jack Lemmon, respectivamente, se desafían las normas tradicionales de masculinidad y feminidad. Así pues, la trama se convierte en un vehículo para la reflexión sobre la identidad, ya que los protagonistas, al vestirse de mujer, se ven obligados a confrontar sus propias percepciones sobre el sexo y los roles a él asociados.
Ni que decir tiene que dicho enfoque, además de proporcionar momentos cómicos memorables, invita también a que el espectador cuestione algunos clichés. De hecho, la condición de travestidos de la pareja protagonista, reconvertidos en Josephine y Daphne para huir de la mafia, dará pie a no pocos equívocos a lo largo de su accidentado periplo, la mayoría con evidentes connotaciones homosexuales. Todo un desafío al Código Hays, aún vigente en el Hollywood de aquel entonces, y a los tabúes que podían incomodar a la moral conservadora de la época.
Queda claro, por tanto, el carácter transgresor de la cinta, astracanada moderna si se quiere, pero crítica inteligente, al mismo tiempo, que pone en tela de juicio los estereotipos habitualmente asociados a la masculinidad. Lo cual no es óbice, sin embargo, para que Marilyn luzca tan sexy como siempre en su papel de Sugar Kane. A fin de cuentas, los diálogos juegan continuamente con la tensión sexual y el deseo de una manera sutil pero provocativa, añadiéndole cierta capa de picardía a una historia que culmina con la célebre réplica de "Nadie es perfecto".
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