Título alternativo: Horror of Dracula
Director: Terence Fisher
Reino Unido, 1958, 82 minutos
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Drácula (1958) de Terence Fisher |
Al irrumpir en la habitación, el Conde se volvió hacia nosotros, y una expresión demoníaca, cuya descripción yo conocía ya, apareció en su semblante. Sus ojos rojos centellearon con furia diabólica; las grandes ventanas de su nariz aguileña se abrieron y temblaron; y los dientes blancos y afilados, detrás de sus labios manchados de sangre, castañetearon como los de una fiera salvaje.
Bram Stoker
Drácula (1897)
Traducción de Francisco Torres Oliver
Pese al aura legendaria que ha acabado adquiriendo la cinta, Drácula (1958) fue esencialmente una producción de bajo presupuesto en la misma medida que lo fueron la mayor parte de filmes surgidos de la mítica Hammer. Es por ello que la acción se circunscribe a una hipotética e imprecisa Alemania, hacia 1885, para así evitar los cambios de escenario que habría supuesto mostrar en pantalla el traslado desde la lejana Transilvania hasta Londres, por vía marítima, tal y como se describe en la novela.
No obstante, la presencia perturbadora de Christopher Lee encarnando al perverso huésped de las tinieblas, además de la impetuosidad del tecnicolor (sobre todo cuando hay sangre de por medio), proporcionan al conjunto el vigor necesario para que el espectador pase por alto la modestia de los decorados y participe plenamente de la atmósfera terrorífica que los carteles de la época promocionaban mediante eslóganes del tipo "Sensational Shock" o "Don't dare see it alone!" ("¡Ni se le ocurra verla solo!").
En ese mismo orden de cosas, Lee aportaba una apariencia física imponente, una mirada penetrante y una voz profunda que casaban a la perfección con la maldad y el carisma del vampiro. Su Drácula era a la vez seductor y aterrador, una fuerza de la naturaleza que encarnaba el mal y la oscuridad. Asimismo, Peter Cushing interpreta al doctor Van Helsing como un hombre inteligente, decidido y valiente, cuya determinación para destruir al Conde resulta por completo inquebrantable. A este respecto, la dinámica entre Lee y Cushing creó una tensión palpable en la pantalla, elevando así la intensidad de la trama.
Se ha señalado a menudo que la propuesta visual concebida por Terence Fisher destila un innegable erotismo latente, en especial en lo tocante al propio vampiro, un ser seductor y peligroso que ejerce enorme atracción sobre las mujeres y cuya mirada, voz y movimientos están cargados de sensualidad. De ahí que la relación entre Drácula y sus víctimas femeninas esté marcada por la ambigüedad, ya que, por un lado, el Conde sería un depredador que se aprovecha de la vulnerabilidad de las mujeres, pero, por otro, parece que las mujeres también se sienten atraídas por él, a pesar del peligro que representa. Por no hablar del carácter inequívocamente lascivo de las vampiras, ataviadas con ligeras túnicas y siempre dispuestas a clavar sus afilados colmillos sobre el cuello del primer incauto que se cruce en su camino.
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