jueves, 18 de abril de 2019

El pan nuestro de cada día (1934)




Título original: Our Daily Bread
Director: King Vidor
EE.UU., 1934, 74 minutos

El pan nuestro de cada día (1934)
de King Vidor

Por extraño que parezca, la todopoderosa industria hollywoodense auspició, en los momentos más adversos de la Gran Depresión, que se produjeran filmes de propaganda socialista encaminados a levantar los ánimos de las empobrecidas capas populares que estaban soportando los envites de la crisis económica posterior al crack del 29. Películas que, como Our Daily Bread, no sólo contribuían a difundir entre la población obrera los postulados del New Deal instituido por el presidente Roosevelt, sino que ponían de manifiesto, por parte de sus creadores, un conocimiento exhaustivo de las técnicas de montaje del cine soviético.

Semejante experiencia de colectivismo agrario llevará a la joven pareja protagonista, en el caso que nos ocupa, a marcharse de la desalentadora ciudad ("same old story", dice John, "a hundred guys and only one job!") para instalarse en una finca abandonada donde ganarán "el pan nuestro de cada día" con el sudor de su frente. Citas bíblicas al servicio de una economía nacional en horas bajas: el guion de Mankiewicz invitaba al espectador a emular al matrimonio Sims, ya que si algo sobraba en las grandes urbes era, precisamente, tantísima cantidad de trabajadores en paro.



Aunque una vez sobre el terreno, John se dará cuenta enseguida de lo ventajoso que resulta unir esfuerzos para salir adelante. En ese aspecto, los Sims harán un llamamiento para que todos aquéllos que lo deseen, y que puedan colaborar haciendo algo práctico, se unan a la causa de ensayar un nuevo tipo de sociedad basada en el trueque y en la ayuda mutua entre hombres y mujeres de buena voluntad. 

La escena más célebre del filme a este respecto, y verdadero clímax, es la de la construcción contrarreloj del canal que deberá llevar hasta los campos de cultivo afectados por la sequía el agua que salve la cosecha de maíz. Todo un portento de trabajo en equipo que tiene su antecedente fílmico más ilustre en la construcción de la línea de ferrocarril de El caballo de hierro (1924) de John Ford. Aun así, y no deja de ser curioso, pero, apenas una década después, el discurso habrá cambiado radicalmente y donde antes se hablaba de solidaridad colectivista primará, en cambio, el individualismo emprendedor de un, pongamos por caso, Capra en ¡Qué bello es vivir! (1946).


2 comentarios:

  1. Hola Juan!
    Agradezco el enlace puesto que no he visto la pelicula.
    Muy interesante lo que comentas. Creo que por ese año de 1934 ya andaban a vueltas con el codigo Hays, en todo caso supongo que pondrian mas la lupa sobre aspectos mas relacionados con la moral.
    Lo dicho, siempre se aprende algo con tus entradas.
    Saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La verdad es que el Hollywood de los años treinta, en consonancia con las directivas del gobierno Roosevelt, nos dejó películas que, como ésta, habrían sido del todo inviables durante la posterior "caza de brujas" del Comité de actividades antiamericanas de McCarthy.

      Saludos y que acabes de disfrutar de las vacaciones.

      Eliminar