sábado, 27 de diciembre de 2025

El extranjero (2025)




Título original: L'étranger
Director: François Ozon
Francia/Marruecos, 2025, 122 minutos

El extranjero (2025) de François Ozon


Aujourd'hui, maman est morte. Ou peut-être hier, je ne sais pas. J'ai reçu un télégramme de l'asile : « Mère décédée. Enterrement demain. Sentiments distingués. » Cela ne veut rien dire. C'était peut-être hier.

Albert Camus
L'étranger

A diferencia de la colorida adaptación que llevara a cabo Visconti en el 67, protagonizada por Marcello Mastroianni y Anna Karina, L'étranger (2025) de François Ozon opta, en cambio, por un sobrio blanco y negro a la hora de captar el tono existencialista de la célebre novela de Albert Camus en la que se basa. Sabia elección que contrasta, sin embargo, con una banda sonora como de película de misterio, a cargo de Fatima Al Qadiri, que le resta coherencia a lo que debería ser el relato descarnado de un individuo cuyo desapego ante todo lo que le rodea no denota más que puro nihilismo.

En todo caso, Ozon respeta escrupulosamente la esencia del texto original, pese a que en determinados momentos, por ejemplo en la escena previa al crimen (con el joven árabe tentadoramente estirado sobre la arena de la playa), aflore la pulsión homosexual que se halla latente a lo largo de toda su filmografía. Licencias propias de un cineasta ya de vuelta de todo, como la inclusión del tema "Killing an Arab", de The Cure, en los títulos de crédito finales, mediante las que el director francés provoca un efecto de distanciamiento que rompe con cualquier atisbo de actitud reverencial hacia uno de los clásicos más trascendentales de la literatura contemporánea.



Más aún, lo que logra la cinta que nos ocupa es demostrar la plena vigencia de una obra que sigue interpelándonos a propósito de la discriminación racial, los excesos del colonialismo y, sobre todo, de la sensación de vacío experimentada por el ser humano ante el absurdo de su propia existencia. De ahí que Meursault (Benjamin Voisin) ni se inmute cuando le comunican el fallecimiento de su madre ni, menos todavía, al conocer el fallo de un tribunal que (como el de Kafka en El proceso) juzga algo más que unos simples hechos delictivos. Asimismo, la agria entrevista que mantiene con el capellán del presidio (Swann Arlaud) pone de manifiesto que la alienación del personaje responde a un pragmatismo que sigue estando a la orden del día.

En resumidas cuentas, Ozon se sirve de la misma pulcritud estética de la que ya diera muestras en Frantz (2016), otro filme de época rodado en blanco y negro, para llevar a cabo una relectura audaz que demuestra por qué el "absurdo" de Camus continúa siendo una medicina amarga pero necesaria en un mundo hiperconectado donde se espera que cada sentimiento sea compartido, "posteado" y validado y en el que, por ende, la indiferencia representa el pecado capital. En ese aspecto, la "verdad" de Meursault choca frontalmente con una sociedad que confunde la honestidad con la falta de empatía, lo cual subraya aún más, si cabe, el aislamiento del protagonista.



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