Título original: JFK
Director: Oliver Stone
EE.UU./Francia, 1991, 206 minutos
JFK: Caso abierto (1991) de Oliver Stone |
Se acaban de cumplir sesenta años del asesinato de Kennedy, que tuvo lugar en Dallas un 22 de noviembre de 1963 y cuya leyenda ha hecho correr ríos de tinta desde entonces. Porque todo apunta a que aquello no fue sino una conspiración orquestada desde diversos sectores del propio Establishment norteamericano. En ese aspecto, JFK (1991) contribuyó enormemente a divulgar dicha teoría dando pie a un relato que aspiraba a concienciar a la opinión pública sobre los peligros que, procedentes de las instituciones, acechan a la democracia.
Así pues, y decidido a dejar constancia de la trascendencia de los hechos, el director Oliver Stone asume el reto de reconstruir una trama cuya complejidad supera de largo la de cualquier película de espionaje al uso. Y lo hace, precisamente, por paradójico que parezca, valiéndose de las convenciones propias del género, de modo que mediante la política ficción se aspira a esclarecer los oscuros resortes de la realpolitik.
En ese orden de cosas, si hay una escena donde se habla bien a las claras de las tropelías que se pueden llegar a cometer desde las más altas instancias, ésa es la que protagoniza Donald Sutherland en su fugaz pero intensa aparición. Su personaje, un misterioso individuo que esconde su verdadera identidad bajo el nombre de X, desvela cómo el lobby de la industria armamentística dispone de suficientes mecanismos de presión como para llevarse por delante a todo aquel que pretenda implementar políticas pacifistas. Aunque sea el mismísimo Presidente de los Estados Unidos.
Llegados a este punto, la figura del fiscal Jim Garrison, un modesto padre de familia capaz de anteponer a todo su obsesión por desentrañar la verdad, entronca con una tradición de cine demócrata de la que forman parte títulos tan memorables como Todos los hombres del Presidente (All the President's Men, 1976) de Alan J. Pakula o Los tres días del Cóndor (Three Days of the Condor, 1975) de Sydney Pollack. Un papel hecho a medida del actor Kevin Costner, con especial lucimiento, entre otros muchos momentos, en el emotivo discurso final ante el jurado que ha de dictar sentencia.
Me encantaban las películas de Stone, que pos cierto era muy criticado. Curiosamente ésta nunca la ví, quizá por ser algo muy propio de los EEUU que no me caen tan simpáticos. En fin, saludos.
ResponderEliminarCierto que se trata de un producto muy gringo. Pero si uno hace el esfuerzo de evadirse de la antipatía que pueda experimentar hacia lo yanqui, entonces la película puede verse sin más como una magnífica investigación basada en hechos reales.
EliminarSaludos.
Densa y brillante. De lo mejor del ahora un tanto desnortado Oliver Stone.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sin duda: no era fácil abordar un proyecto de tal magnitud y Stone salió airoso de él. Baste decir que su película fue proyectada especialmente para los congresistas y que suscitó cambios en la legislación norteamericana referentes a la desclasificación de documentos relativos al caso.
EliminarUn abrazo.
Oliver Stone mezcla a la perfección realidad y ficción, hasta el punto de que el espectador que no esté versado en el caso, apenas distingue cuando relata la historia y cuando el realizador está especulando.
ResponderEliminarEn efecto: pasa un poco lo mismo, salvando las distancias, con "Operación Ogro" (1979) de Pontecorvo, cuya imagen del coche de Carrero Blanco volando por los aires se suele mostrar como si fuese la real. Que es justamente lo que ocurre en JFK con algunos planos de la limusina durante el tiroteo en Dallas.
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarRecuerdo perfectamente aquella sesión con la sala abarrotada y donde no se escuchaba ni una tos. Me parece una película magnifica por la que no pasan los años.
Saludos!
Ya lo creo, Fran: se trata de lo que a mí me gusta denominar un clásico moderno.
EliminarSaludos.