lunes, 29 de agosto de 2016

Pastel de pera con lavanda (2015)




Título original: Le goût des merveilles
Director: Éric Besnard
Francia, 2015, 100 minutos

Pastel de pera con lavanda (2015) de Éric Besnard


Las merveilles a las que alude el título original de este Pastel de pera con lavanda son una especie de torta frita azucarada que la protagonista Louise Legrand (Virgine Efira) prepara, precisamente, a las mil maravillas (y nunca mejor dicho). En su amor por sacar adelante la granja y, sobre todo, la parcela de perales que su difunto esposo les legara a ella y a sus dos hijos se encuentra la esencia de esta comedia romántica francesa.

En dicho espíritu de supervivencia y en la relación que se establece entre Louise y Pierre (Benjamin Lavernhe), a partir del momento en el que él se cruza en su camino (literalmente, puesto que es atropellado). Sin embargo, enseguida se hará evidente que Pierre padece algún tipo de trastorno del espectro autista, sugiriéndose incluso en algún momento el síndrome de Asperger. De ahí que haya hiperdesarrollado una extrema obsesión por el orden, lo cual, unido a su notable capacidad matemática, arroja una peculiar personalidad capaz de convertirlo en un temible hacker o en un tierno y leal compañero.



Pero lo cierto es que tanto Emma (Lucie Fagedet) como Félix (Léo Lorléac'h), los hijos de Louise, acabarán por adorar a Pierre, el cual terminará asimismo ocupando un lugar importantísimo en la vida de la madre.

De un modo similar a lo que sucedía en películas ya clásicas como Rain Man (Barry Levinson, 1988) o Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994), Le goût des merveilles nos permite adentrarnos en el interior de una mente de lo más genuino, haciéndonos ver el lado entrañable de realidades que a menudo topan con la incomprensión ajena. En ese sentido, son destacables los personajes interpretados por la israelí Hiam Abbass y por Laurent Bateau. La primera encarna a la doctora Mélanie Ferenza, la encargada de certificar que Pierre ni supone ni corre ningún peligro. El segundo es Paul, teóricamente amigo de la familia, pero que se granjeará la ojeriza de los chicos al representar los valores opuestos a la sensibilidad de Pierre.

No cabe duda, al respecto, de que estamos ante un filme ("un cuento de hadas real", como se afirma en los títulos de crédito finales) con tendencia a idealizar una serie de realidades a menudo no tan cautivadoras como aquí se pintan. Pero precisamente por ello hay que valorar en su justa medida el esfuerzo que ha hecho Éric Besnard, autor también del guion, por humanizarlas.


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