Director: Juan Estelrich
España/Francia, 1976, 108 minutos
El anacoreta (1976) de Juan Estelrich |
Si a alguien, como al Fernando Tobajas de El anacoreta, le diese hoy por atrincherarse en el lavabo de su casa durante once años, no necesitaría encajonar en su interior los cien tomos de la Enciclopedia Universal Espasa ni enviar mensajes en tubos de aspirina a través del inodoro. Le bastaría con su teléfono móvil para estar conectado con el resto del planeta o tal vez un ordenador portátil desde el que redactar las entradas de un blog...
Y es que estamos ante una película cuando menos singular. Lo es, ya de entrada, por su planteamiento, basado en una idea del siempre genial Rafael Azcona. Pero también por el estrafalario atuendo que luce Fernando Fernán Gómez, ataviado siempre con chándal y, en las primeras secuencias, con unas melenas larguísimas. Hasta el título resulta bastante irónico, ya que semejante personaje no tiene nada de ermitaño solitario, sino que lo vienen a visitar cada tarde sus amigos para jugar al dominó.
No menos sorprendente es el hecho de que se trate del único largometraje dirigido por Juan Estelrich (Barcelona, 1927-Madrid, 1993), excelente jefe de producción que, a pesar de la buena acogida en el Festival de Berlín de su ópera prima, o no pudo o no quiso repetir la experiencia tras las cámaras. Y ocurre un poco lo mismo con la bella Martine Audó (doblada por Amparo Soler Leal), que hacía aquí su presentación como actriz, pero cuya carrera apenas tendría después continuidad, más allá de un par de películas a las órdenes de Carlos Benpar.
Las Suites para violonchelo de Bach (interpretadas, una y otra vez, por un tal señor Polack al que nunca se llega a ver) le acaban dando el toque ligeramente sombrío a una cinta que, entre bromas y veras, nos habla con grandes dosis de cinismo de la soledad y la incomunicación que atenazan al individuo en el mundo moderno.
Y es que estamos ante una película cuando menos singular. Lo es, ya de entrada, por su planteamiento, basado en una idea del siempre genial Rafael Azcona. Pero también por el estrafalario atuendo que luce Fernando Fernán Gómez, ataviado siempre con chándal y, en las primeras secuencias, con unas melenas larguísimas. Hasta el título resulta bastante irónico, ya que semejante personaje no tiene nada de ermitaño solitario, sino que lo vienen a visitar cada tarde sus amigos para jugar al dominó.
No menos sorprendente es el hecho de que se trate del único largometraje dirigido por Juan Estelrich (Barcelona, 1927-Madrid, 1993), excelente jefe de producción que, a pesar de la buena acogida en el Festival de Berlín de su ópera prima, o no pudo o no quiso repetir la experiencia tras las cámaras. Y ocurre un poco lo mismo con la bella Martine Audó (doblada por Amparo Soler Leal), que hacía aquí su presentación como actriz, pero cuya carrera apenas tendría después continuidad, más allá de un par de películas a las órdenes de Carlos Benpar.
Las Suites para violonchelo de Bach (interpretadas, una y otra vez, por un tal señor Polack al que nunca se llega a ver) le acaban dando el toque ligeramente sombrío a una cinta que, entre bromas y veras, nos habla con grandes dosis de cinismo de la soledad y la incomunicación que atenazan al individuo en el mundo moderno.
Hola Juan!
ResponderEliminarSabia de la película pero no la he visto, leyendo tu reseña me has abierto el apetito. Difícil que con F. F. Gómez no me guste, uno de los mas grandes del cine español y todo un personaje.
No recuerdo si en alguna ocasión te lo mencione, seguro que ya la has visto, en todo caso lo volvemos a recordar, una autentica delicia escuchar sus historias y reflexiones en "La silla de Fernando" (2006), imprescindible.
Pues nada, por aquí sin novedad...
Venga, saludos!
Sí: sí que he visto el documental de David Trueba sobre Fernán Gómez. Aunque "El anacoreta" pertenece a otro registro, casi kafkiano diría yo.
EliminarSaludos.