lunes, 11 de noviembre de 2019

Gloria Mundi (2019)




Director: Robert Guédiguian
Francia/Italia, 2019, 106 minutos

Gloria Mundi (2019) de Robert Guédiguian

Con el preestreno que tenía lugar esta tarde en la Filmoteca de Catalunya, son ya cuatro las ocasiones en las que el marsellés Robert Guédiguian se ha desplazado hasta Barcelona para presentar personalmente alguna de sus películas. Una especie de ritual que, como él mismo confesaba antes de la proyección, considera que le trae buena suerte. En todo caso, siempre resulta gratificante poder escuchar de primera mano las opiniones de uno de los cineastas en activo más notables del panorama europeo.

Su último trabajo, Gloria Mundi, destila un “pesimismo esperanzado” que, de un tiempo a esta parte, viene siendo la tónica habitual en la obra de un director socialmente comprometido, aunque también cada vez más decepcionado, que ve cómo el mundo (y, sobre todo, la juventud), amparándose en el capitalismo salvaje, evoluciona hacia un egoísmo sin límites. Quizá por ello, los protagonistas de Gloria Mundi se comportan de un modo que podría recordar, remotamente, al del cine negro clásico americano.



Pero ni estamos en los años cuarenta ni Guédiguian parece dispuesto a matizar lo que él considera la verdad (su verdad), sino que, lejos de moderar un discurso tan agorero, carga las tintas contra aquellos personajes cuya actitud le parece reprobable y no duda en hacer hincapié en su desprecio, una y otra vez, con una insistencia innecesaria y, hasta cierto punto, extenuante. Así, por ejemplo, Aurore (Lola Naymark) y Bruno (Grégoire Leprince-Ringuet) esnifan continuamente cocaína o vapean delante de sus clientes; son racistas y consumidores de pornografía; cometen infidelidades; se aprovechan de los demás; mienten y, por si todo esto no fuera poco, tienen un crucifijo sobre su cama de matrimonio para que quede claro que, además de tontos y malas personas, también son unos hipócritas.

Sin embargo, y a pesar de un maniqueísmo tan obvio en su afán por denunciar la uberización de la economía moderna, Gloria Mundi contiene detalles verdaderamente afortunados. Tal es el caso de los haikus que compone en prisión Daniel (Gérard Meylan), chispazos poéticos en mitad de la debacle, o el haber utilizado la Pavana para una infanta difunta de Ravel, con su delicada languidez melancólica, como fondo musical.

¿Los lunes al sol?

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