jueves, 21 de noviembre de 2019

Buenos principios (2019)




Título original: Mon chien Stupide
Director: Yvan Attal
Francia/Bélgica, 2019, 106 minutos

Buenos principios (2019) de Yvan Attal


Veinticinco años de sequía resultan demasiados para un escritor que, en su momento, alcanzó la gloria literaria con un solo libro, pero que, después de tanto tiempo e infructuosos intentos, no ha logrado, ni siquiera por casualidad, igualar aquel éxito de ventas. Obsesionado con la ciudad de Roma, aunque viva a orillas del Atlántico, padre de cuatro hijos adolescentes con los que no termina de conectar y casado con una mujer de la que cada día parece distanciarse más y más, Henri Mohen (Yvan Attal) reúne todas las condiciones para ser un fracasado. De hecho, él está convencido de que su entorno familiar tiene la culpa de su falta de inspiración.

Sin embargo, en el transcurso de una noche de tormenta un ejemplar de mastín napolitano, descomunal y desmañado, irrumpe misteriosamente en el jardín de los Mohen para, a continuación, colarse en casa, de donde ya no habrá forma de sacarlo. Identificándose con el pobre chucho —feo, sucio y maloliente— al que nadie quiere, Henri lo bautizará con el poco agraciado nombre de Estúpido.



Tenía que haber sido Claude Berri (1934–2009) quien hubiese dirigido esta adaptación de una novela de John Fante y es por eso que Mon chien Stupide (que aquí se ha titulado Buenos principios) está dedicada a su memoria. Finalmente, el proyecto acabó en manos del actor, director y productor Yvan Attal, responsable, hace un par de años, de Una razón brillante (2017). No obstante, el enfoque de la cinta que nos ocupa adquiere una dimensión muchísimo más personal que la anterior, toda vez que Attal ha contado con la presencia en el reparto, por enésima vez, de la que es su pareja en la vida real, la actriz Charlotte Gainsbourg, además de con uno de sus hijos: Ben Attal.

La angustia, rayana en depresión, que genera una crisis creativa o las servidumbres a las que está expuesta y aun sujeta la carrera de todo novelista (ya sea en forma de agentes literarios, editores o cualquier otro tipo de intermediario entre el autor y su público) aparecen perfectamente retratados en una película cuyo principal desacierto sea, tal vez, el abuso de la voz en off del protagonista a la hora de presentar y analizar los hechos que se cuentan.


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