miércoles, 6 de noviembre de 2019

Principios de verano (1951)




Título original: Bakushû
Director: Yasujiro Ozu
Japón, 1951, 125 minutos

Principios de verano (1951) de Yasujiro Ozu

En esta película, más que la historia en sí, quería ilustrar algo más profundo... como el samsara o la fugacidad de las cosas (mujo). Así que trabajé muy duro. Hubo quien dijo que el niño que aparece en la película es demasiado vivaz e indisciplinado. Pero es la edad: cuando crezca cambiará. He tratado de no contarlo todo exhaustivamente, de dejar aquí y allá un toque de indefinición para dar a la película un sabor agradable que se pudiera degustar cada vez que se viera. Creo que las personas que tienen ese tipo de sensibilidad lo habrán entendido... Y Setsuko Hara es una persona exquisita. Me gustaría tener otras cuatro o cinco actrices como ella.

Yasujiro Ozu
La poética de lo cotidiano
Traducción de Amelia Pérez de Villar

Como todo gran cineasta, Ozu posee un estilo capaz de evocar la obra de otros grandes directores: individuos que, pese a vivir y rodar en regiones o épocas muy distantes a las del japonés, participan, sin embargo, de una misma sensibilidad artística. ¿Cómo ver Bakushû y no acordarse de la afabilidad de los personajes de Rohmer? ¿O los ideogramas de los títulos de crédito, bellamente dibujados sobre tela de saco, sin pensar en la fórmula recurrente de la que Woody Allen suele servirse para dotar a sus filmes de un sello personal e inmediatamente reconocible? Hasta un realizador en apariencia tan alejado de Ozu como Eugène Green, ¿no podría haber aprendido de él esa particular insistencia en hacer que los actores digan sus diálogos mirando frontalmente a cámara?

En cualquier caso, Principios de verano presenta un conflicto familiar hasta cierto punto parecido al que, siete años después, se expondría en Flores de equinoccio (1958): la libertad de las mujeres para elegir marido. Tema que hoy puede sonar a rancio, pero que, en el contexto de un país en vías de modernización, revela el empeño de algunos sectores de la sociedad nipona por enterrar definitivamente cualquier atisbo de su pasado feudal.



Y lo mismo podría decirse respecto a los más pequeños del hogar, siempre dispuestos a perpetrar alguna que otra trastada, preferiblemente abusando de la paciencia de los abuelos, y cuya simpatía prefigura, asimismo, la que Ozu acabará de explotar en el que, con toda probabilidad, sea uno de los títulos más populares del tramo final de su filmografía: Ohayô (1959).

Con todo, y por más controversia que pudiera generar en la época la decisión finalmente adoptada por la protagonista, queda claro que desde la industria cinematográfica del país asiático se abogaba por la independencia de la mujer como uno de los medios más eficientes para favorecer que la sociedad avanzara en la dirección correcta. Y ello —como, por otra parte, es habitual en Ozu— sin perder ni un ápice de la serenidad que le era tan característica.


2 comentarios:

  1. Hola Juan!
    A decir verdad poco o casi nada he visto del cine japones, casi todo lo que he visto es de Kurosawa. En todo caso siempre tengo en cuenta tus recomendaciones.
    Por cierto, he leido y me ha parecido muy interesante el enlace de Josep Maria Forn.
    Semana esta muy ocupada y sin tiempo apenas para ver nada de cine, asi que llegue el fin de semana me desquitare...jeje
    Venga, saludos!

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    1. Ozu pasa por ser el más "japonés" de los directores de aquella cinematografía, si bien sus detractores, que también los tiene, critican de sus películas que, vista una, vistas todas.

      Gracias por tu comentario.

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