martes, 5 de noviembre de 2019

Flores de equinoccio (1958)




Título original: Higanbana / 彼岸花
Director: Yasujiro Ozu
Japón, 1958, 118 minutos

Flores de equinoccio (1958) de Yasujiro Ozu

Fue mi primera película en color y, como tenía a mi disposición a [la actriz] Fujiko Yamamoto, pensé en hacer una comedia alegre. Originalmente, no tenía intención de hacer una película en color, pero la productora me pidió que lo hiciera porque se trataba de la Yamamoto... Así que acepté.

Yasujiro Ozu
La poética de lo cotidiano
Traducción de Amelia Pérez de Villar

"El guerrero se pregunta hacia dónde se encamina el mundo..." Eso es lo que canturrea, al menos, el señor Hirayama (Shin Saburi) en la última escena de la película, mientras el tren en el que viaja se pierde en el horizonte. Él, un hombre de principios sólidos, respetable padre de familia, ha tenido que claudicar frente a la voluntad de su hija mayor, empeñada en casarse con quien ella decida y no mediante el tradicional matrimonio concertado. Decididamente, los tiempos estaban cambiando...

Por su colorido elegante y artificioso, Higanbana denota la influencia directa del melodrama americano a lo Douglas Sirk. Modernidad ésta que, sin embargo, convive en el encuadre con elementos de signo tradicional como kimonos o paredes de bambú, en un alarde, por parte de Ozu, de plasmar visualmente el tema principal del filme, a saber: una dicotomía entre lo viejo y lo nuevo que es, al mismo tiempo, parte esencial de la cultura japonesa contemporánea.



Se observa, asimismo, en estas Flores de equinoccio una tendencia a plantar la cámara sobre el tatami, adoptando el punto de vista de alguien sentado de rodillas, en lo que supone uno de los rasgos más reconocibles del estilo del cineasta, junto con la frontalidad de los actores, captados en ligero contrapicado mientras dicen sus réplicas mirando directamente al objetivo.

Aunque, más allá de su valor técnico y aun estético, y como si de una comedia de Moratín se tratase, la película va, en realidad, dirigida a tantísimos padres, educados en la obediencia ciega a la autoridad paterna, pero confrontados, en la nueva sociedad surgida tras la Segunda Guerra Mundial, al reto de la modernización del país a marchas forzadas.


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