sábado, 9 de noviembre de 2019

El otoño de la familia Kohayagawa (1961)




Título original: Kohayagawa-ke no aki
Director: Yasujiro Ozu
Japón, 1961, 103 minutos

El otoño de la familia Kohayagawa (1961)
de Yasujiro Ozu

Yo tengo unas preferencias muy marcadas, por lo que es inevitable que también mis películas tengan cierta continuidad. Una de esas preferencias es el hecho de colocar una cámara en bajo y hacer las tomas desde ahí. [...] Cuando rodábamos la escena de un local nocturno, por ejemplo, a diferencia de hoy, se hacía con pocas lámparas, y después de cada toma teníamos que ir cambiando las lámparas de un sitio a otro. Al cabo de dos o tres tomas los cables eléctricos estaban enredados por el suelo, por todas partes. Era una lata tener que volver a ordenarlos después de cada toma y antes de pasar a la siguiente, así que, para evitarlo, decidí colocar muy abajo la cámara con la que filmaba, mirando hacia arriba. El resultado que obteníamos con esto no estaba mal del todo, y se ahorraba tiempo. Fue así como me acostumbré a hacer las tomas desde una posición cada vez más baja. Terminé incluso por utilizar uno de esos trípodes especiales para cocer el arroz. [...] Con este trípode, para filmar una escena teníamos que tirarnos al suelo boca abajo y mirar a través de una mira. Por este motivo los operadores que trabajaban conmigo se quejaban siempre de que les dolía el cuello...

Yasujiro Ozu
La poética de lo cotidiano
Traducción de Amelia Pérez de Villar



Más que por las historias que cuenta, generalmente relacionadas con aburridos asuntos de ámbito familiar o doméstico, lo verdaderamente destacable del cine de Ozu es su personal puesta en escena. Que, conforme pasaban los años, iría adquiriendo, cada vez más, un cierto aire ceremonial, delicadamente estilizado. El otoño de la familia Kohayagawa, penúltima de las películas por él dirigidas, responde de pleno a dichos parámetros.

Obsérvese, por ejemplo, el hieratismo de las dos hermanas, Akiko (Setsuko Hara) y Fumiko (Michiyo Aratama), semejantes en casi todo, a menudo en cuclillas, sincronizadas hasta en su forma de caminar. Afinidad que, en las escenas de exteriores (cuyo rodaje, por cierto, tanto incomodaba al director japonés, más habituado al trabajo en estudio) adquiere la dimensión de coreografía. Es, al respecto, enormemente ilustrativo el plano en el que ambas, filmadas en picado a orillas de un río, contemplan con calculada parsimonia cómo fluye la corriente.



O, en ese mismo orden de cosas, cabría mencionar el desfile de la parentela al completo del finado, caminando bajo el sol, sobre un puente de madera, en solemne procesión fúnebre, todos ataviados de negro y acompañando las cenizas del señor Manbei. Detalle luctuoso, como la chimenea del crematorio y los cuervos que se dan cita en sus aledaños, que tal vez prefigura la intuición, por parte del cineasta, de que el fin de sus días se hallaba próximo.

Con todo, Kohayagawa-ke no aki destila la alegría de vivir de quien, como en el caso del patriarca (Ganjirô Nakamura), reclama su derecho a tener una amante pese a lo avanzado de su edad. Y que, cuando todos lo daban ya por muerto, revive milagrosamente para seguir jugando, con renovada energía, con un nieto de lo más vivaracho (Masahiko Shimazu) que ya aparecía en Buenos días (Ohayô, 1959).


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