martes, 12 de noviembre de 2019

El sabor del sake (1962)




Título original: Sanma no aji
Director: Yasujiro Ozu
Japón, 1962, 113 minutos

El sabor del sake (1962) de Yasujiro Ozu

Mientras escribíamos [el guion] falleció la madre de Ozu, y cuando, terminado el funeral, regresó a Tateshina, Ozu escribió en su diario esta nota: [...] "¡Qué dolorosa es para mí la primavera, qué doloroso beber este sake! Mientras hablo de cosas que no tienen sitio en mi corazón crece la añoranza por la primavera que pasa".

Kogo Noda y Yasujiro Ozu
La poética de lo cotidiano
Traducción de Amelia Pérez de Villar

Ozu se despedía del mundo y del cine con una de sus típicas historias familiares, en esta ocasión sin la actriz Setsuko Hara en el reparto, pero con la presencia del siempre eficaz Chishû Ryû interpretando a uno de esos viudos entrañables que se van a vivir con los hijos.

En esencia, Sanma no aji —algo así como "El sabor del lucio" (que no "del sake", como reza la traducción castellana)— comparte no pocos elementos con otra cinta de Ozu que ya tuvimos ocasión de comentar aquí hace apenas unos días: Primavera tardía (Banshun, 1949). De hecho, son abundantes los paralelismos entre una y otra, desde el actor protagonista (de nuevo Chishû Ryû) hasta la dependencia padre-hija o la obsesión por buscarle, a toda costa, un marido a la muchacha.



Muchas de estas similitudes han sido estudiadas por la arquitecta Marta Peris Eugenio, autora del libro La casa de Ozu (Shangrilá Ediciones), cuyo contenido, fruto de su tesis doctoral, ha servido para ilustrar la presentación de esta tarde en la sala Laya de la Filmoteca catalana. Por ejemplo en lo tocante a cómo el cineasta solía recrear en sus películas el interior de una típica casa japonesa (estilizada, todo líneas puras, casi como un cuadro de Mondrian), a consecuencia de un elegante proceso de depuración que se irá acentuando conforme pasen los años.

Lo cual desemboca, en un alarde minimalista avant la lettre, en lo que Peris denomina "planos vacíos": momentos de transición en los que el encuadre queda provisionalmente despoblado de figuras humanas durante escasos segundos, confiriendo, así, al espacio un protagonismo que entronca de pleno con la visión trascendente de la realidad por parte del cineasta.


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