Título original: Grâce à Dieu
Director: François Ozon
Francia/Bélgica, 2018, 137 minutos
Gracias a Dios (2018) de François Ozon |
Encargar a François Ozon que escriba y dirija una película sobre los casos de pederastia en el seno de la Iglesia vendría a ser, salvando las distancias, como pedirle a Almodóvar que realizase el spot publicitario para la campaña electoral de Vox: lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Bueno, imposible: cosas más raras se han visto. De hecho, ahora que lo pienso, La mala educación (2004) se acercaría bastante a dicho enfoque. Pero a lo que me vengo a referir es a que no hace falta esperar a la publicación del resultado final para saber de antemano que éste será forzosamente tendencioso.
Pues bien: dicho y hecho. Lo último del prolífico director francés responde al nada inocente título de Grâce à Dieu y posee una estructura un tanto errática (por no decir desconcertante). Comienza con el relato en primera persona de Alexandre (Melvil Poupaud) —cuarenta años, padre de familia numerosa, católico practicante—, aunque la acción irá gradualmente alejándose de este supuesto "protagonista" hasta convertirse en coral.
Porque será la decisión de este primero de dar el paso y denunciar ante los tribunales unos hechos acaecidos muchos años atrás la que desencadene un crucial efecto dominó, de modo que buen número de antiguos Scouts, víctimas de los abusos del padre Preynat (Bernard Verley), unan sus fuerzas para sentar al pedófilo en el banquillo.
El tema, de candente actualidad, pone encima de la mesa un asunto no menos espinoso: el del silencio, cuando no encubrimiento, por parte de la jerarquía eclesiástica y hasta de algunas familias creyentes cuya fe, más ciega que sincera, abocó a los Emmanuel (Swann Arlaud), Gilles (Éric Caravaca) o François (Denis Ménochet) de turno a padecer graves secuelas psicológicas ya en la edad adulta. Cuestión delicada donde las haya que Ozon resuelve con más o menos destreza si no fuera por esos inquietantes insertos (y de ahí el elemento tendencioso al que antes aludíamos) en los que un Preynat de áspero semblante conduce de la mano a sus tiernos efebos hasta el cuarto oscuro.
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