jueves, 20 de febrero de 2020

La voz de la luna (1990)




Título original: La voce della luna
Director: Federico Fellini
Italia/Francia, 1990, 120 minutos

La voz de la luna (1990) de Federico Fellini


Por haber tenido como actores a Benigni y a Villaggio (que encarnan el arquetipo de los actores-cómicos, incluida la faceta vagabunda, ambulante) […] pude componer un trío que me permitió avanzar con más seguridad en una película inventada día a día. Un itinerario que partía de la oscuridad... He hecho un bonito viaje de la mano de Arlequín y Brighella, o, mejor aún, de Pinocho y Polilla.

Federico Fellini
La dulce visión
Traducción de Regina López Muñoz

Parada final, última entrega, presagio de la muerte... La voce della luna tiene mucho de despedida, de visión desencantada por parte de un autor que ha dejado de identificarse con el mundo que le rodea. Filme fantasmagórico y oscuro cuyos personajes, con el rostro embadurnado de blanco, se diría que son almas en pena desorientadas. De hecho, la propia luna es un símbolo fúnebre en la obra de poetas como García Lorca, tocayo de Fellini y emparentado con el director italiano gracias a la soberbia Che strano chiamarsi Federico (2013) de Ettore Scola.

De la misma manera, tampoco es baladí la elección de un actor tan chaplinesco como Roberto Benigni para el papel principal, teniendo en cuenta la enorme influencia ejercida por Charlot sobre filmes como La Strada (1954) o, más aún, si cabe, sobre la particular manera de componer de Nino Rota, quien, en numerosas ocasiones, adornó sus bandas sonoras con el tema "Je cherche après Titine", procedente del célebre número de Tiempos modernos (1936) en el que el protagonista entonaba aquella elocuente "Nonsense song".



Asomado al borde de un pozo o acompañado del circunspecto señor Gonnella (Paolo Villaggio); perdido, la mayor parte de las veces, en un páramo solitario alumbrado por los rayos de Selene, Ivo Salvini (Benigni) representa la ingenuidad frente a un mundo hostil que es capaz de capturar a la luna y retransmitir la gesta en directo: nuevo ataque del maestro, tras los precedentes de Ginger e Fred (1986) e Intervista (1987), contra el monstruo televisivo.

Y, mientras tanto, el populacho se atiborra de ñoquis en las fiestas locales, ajeno a cualquier otra cosa que no sea el espectáculo ruidoso de la cultura de masas. Como esa especie de concierto-discoteca multitudinario, símbolo de la incomunicación que nos atenaza, en el que suena la música atronadora de Michael Jackson. De ahí que la película (y la filmografía de todo un genio) se cierre con una llamada a practicar el silencio reflexivo, que es la única respuesta sensata frente a tantísima barbarie alienante.


2 comentarios:

  1. Hola Juan!
    Aunque no la he visto y a riesgo de equivocarme te confesare algo, no puedo con Benigni, no podria explicarlo, pero es que lo tengo atravesado... Me pasa algo parecido con Shelley Winters, es raro, lo se...
    Pero bueno, me lo reconsidero y me la apunto.
    Saludos!

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    1. Y, sin embargo, aquí hace poco de Benigni... Yo creo que deberías darle una oportunidad.

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