Título original: I clowns
Director: Federico Fellini
Italia/Francia/Alemania, 1970, 92 minutos
Los clowns (1970) de Federico Fellini |
Los payasos aberrantes, grotescos, patosos, harapientos, en su total irracionalidad, en su violencia, en sus caprichos anormales, se me antojan como los embajadores ebrios y delirantes de una vocación sin salvación, una anticipación, una profecía: la anunciación hecha a Federico. Y, de hecho, ¿acaso el cine —me refiero a hacer cine, vivir con un equipo que está realizando una película— no es como la vida del circo?
Federico Fellini
La dulce visión
Traducción de Regina López Muñoz
Hay en toda la filmografía felliniana, desde el primero hasta el último de los títulos que la integran, una impronta circense que conecta de pleno con la psique más profunda e íntima del cineasta. Una veta, inagotable y fructífera, cuyo origen habría que buscarlo, probablemente, en los recuerdos de su primera infancia, transcurrida en aquella Rímini provinciana de cómicos ambulantes y personajes estrafalarios.
Como el vagabundo Giovannone que se divertía diciéndole obscenidades a las mujeres del pueblo. O la monja enana. O el pobre diablo que, creyéndose un héroe de la Gran Guerra, salía a las calles pertrechado con un fusil. Recuerdos, todos ellos, que el cineasta ha tenido tiempo de recoger por escrito con motivo de su larga convalecencia tras la embolia sufrida unos años antes y que, en lo sucesivo, se van a convertir en fuente de inspiración para buena parte de sus proyectos.
En ese sentido, I clowns puede considerarse la antesala de Roma (1972) y, sobre todo, de Amarcord (1973). Un homenaje a la figura del payaso que, como ya hiciera en Block-notes di un regista (1969), adopta la forma de falso documental televisivo, en esta ocasión bajo los auspicios de la RAI. De modo que, acompañado de su equipo de rodaje, el propio Fellini, cada vez más propenso a incluirse como personaje dentro de sus historias, se planta en París con la intención de entrevistar a las viejas glorias de la pista, entre ellas Charlie Rivel.
¿Qué es lo que tanto atrae de los payasos al director? Aparte de la nostalgia a la que antes nos referíamos, es, sin duda, el hecho de que ese mundo está a punto de desaparecer lo que le fascina: el mismo patetismo decadente que rezuman los personajes del Satiricón (1969) o las meretrices de los prostíbulos de Roma. Ambiente crepuscular, pese a los muchos gags que contiene la película, y que se cerrará con una balada triste de trompeta al más puro estilo chaplinesco (su hija Victoria, por cierto, aparece en un breve cameo).
El circo y Fellini, no hay tema más caro al realizador italiano que este. El falso documental también es una estructura que repetirá en muchas de sus producciones. Una cinta muy recomendable para los que admiramos la obra de este gran cineasta.
ResponderEliminarSaludos
Sin duda, Fernando: nada tan simple ni, a la vez, tan profundo como la figura de un payaso. En cierta manera, el cine del propio Fellini participa de esa misma dicotomía.
EliminarSaludos.
Que tal Juan!
ResponderEliminarEl mundo del circo esta lleno de luces y sombras, si bien nunca me fascinaron los payasos si que guardo buenos recuerdos de aquellos circos itinerantes que llegaban a mi ciudad. Es mas, diria que hasta me dan un poquito de mal rollo, me pasa lo mismo con esos muñecos que utilizaban los ventrílocuos.
Saludos y feliz semana!
Depende de cómo sea el payaso, supongo. Aunque estoy de acuerdo contigo, Fran, en que un cierto tipo de cine de terror ha explotado ese "mal rollo" al que haces referencia.
ResponderEliminarUn abrazo,
Juan