lunes, 24 de agosto de 2015

Un drama nuevo (1946)




Director: Juan de Orduña
España, 1946, 92 minutos

Yorick (Roberto Font) junto a su hijo Edmundo (Julio Peña)

Dos años antes de que acometiese la exitosa tarea de adaptar Locura de amor, el director Juan de Orduña recurría a otra pieza teatral de Tamayo y Baus, en este caso Un drama nuevo (y algo pretencioso, podríamos añadir). Ambientado en Londres en 1605, muestra los preparativos de una obra de teatro en el Globe. Se trata de un drama de honor que, bien mirado, quizá más parece salido de la pluma de Calderón que no de la de un joven dramaturgo discípulo de Shakespeare.

Lo cierto es que el cómico Yorick (al que da vida el actor mejicano Roberto Font) se empeña en interpretar sí o sí el papel del Conde Octavio, el marido engañado, pese a que sus dotes dramáticas sean más bien escasas. Para ello no duda en ganarse el favor de Shakespeare invitándolo a beber en su habitación un suculento vino español, aunque deberá superar también la oposición de Walton (Manuel Luna), el actor principal de la compañía que ve impotente cómo le arrebatan tan preciado papel.



Lo realmente curioso es que lo que sucede en el escenario plantea llamativos paralelismos con lo que acontece en la vida real y, por ejemplo, la infidelidad de la trama tiene simultáneamente su correlato entre los actores que la interpretan, con todos los equívocos que ello suscita. Es algo que de forma premeditada fue concebido por Tamayo y Baus y que Juan de Orduña sabe trasladar magistralmente a la pantalla. En Un drama nuevo se juega a confundirnos y, si no, véase cómo Walton aparece vestido de monje en la primera escena: no será hasta un poco más tarde que sabremos que se trata de un disfraz con el que se ha caracterizado para interpretar un personaje en otra obra. O en el desenlace, cuando el público que asiste a la representación se deshace en elogios por lo bien que actúa Yorick sin darse cuenta de que no está declamando sino lamentándose realmente.

En el apartado técnico destacan los minuciosos decorados del siempre notable Sigfrido Burman, capaz de recrear el Londres isabelino de manera más que convincente, así como la meticulosa labor del vestuario de época diseñado por José Dhoy y confeccionado por Cornejo. También Guillermo Golberger y Alfonso Nieva, los operadores de cámara a las órdenes de Juan de Orduña, llevan a cabo una labor encomiable con sus continuos y complejos travelines, como el que sigue las oscilaciones de Mary Rosa al bailar la zarabanda durante el banquete.

Como se ve, no son pocos los elementos que pueden destacarse de una producción atípica y que desmiente el tópico de que el cine histórico español de los años cuarenta sólo se ocupaba de mitificar las gestas de los héroes nacionales.

Shakespeare (Jesús Tordesillas), Alicia (Irasema Dilián)
y Walton (Manuel Luna)

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