Director: Fernando Trueba
España/EE.UU., 1995, 118 minutos
Two Much (1995) de Fernando Trueba |
Todo empezó de manera bastante inocente; yo quería echar un polvo. Así que cuando Candy y Ralph me dijeron que estaba invitado a una fiesta en Dunewood dije que muy bien, que esperaran a que me cambiara.
Donald E. Westlake
Two Much
Traducción de Alberto Cardín
Sería muy fácil ventilarse el comentario de Two Much diciendo que lo mejor de la película son sus créditos finales, al ritmo del piano de Michel Camilo. O que rodarla sirvió únicamente para que Antonio Banderas se enamorase de Melanie Griffith, al tiempo que Hollywood desaprovechaba el enorme talento de los hermanos Trueba. También podría añadirse, pecando de oportunismo, que ayer sábado, 12 de diciembre, se cumplió un año exacto del fallecimiento de Danny Aiello (1933–2019).
Pero no: vaya por delante nuestro máximo respeto por una comedia, ambientada en un Miami un tanto idílico, que bebe directamente de las esencias de la época dorada del cine, cuando Cary Grant protagonizaba títulos inmortales cuya agudeza se basaba en situaciones de equívoco. Visto así, el hecho de que el protagonista de Two Much se desdoble en un supuesto hermano gemelo con la intención de seducir a su futura cuñada no dista gran cosa del planteamiento de filmes como La novia era él (I Was a Male War Bride, 1949) de Howard Hawks.
Claro que para 1995 el mundo ya no era tan inocente como en los días de las screwball comedies. Y es ahí, precisamente, donde radica la falta de conexión con un público que ya no se mueve por los mismos parámetros que antaño garantizaban la carcajada del espectador: menos cáustica que la novela homónima de Donald E. Westlake en la que está basada, la versión propuesta por Fernando Trueba (hay otra anterior, Le jumeau, dirigida en 1984 por el francés Yves Robert) puede pasar por divertimento amable y poco más, apenas la presentación de credenciales de un cineasta europeo que intenta hacer méritos para introducirse en la Meca del séptimo arte.
Con todo y con eso, y aun admitiendo las limitaciones de un producto correcto pero no genial, merece la pena destacar, como su baza más notable, el plantel de secundarios que logró reunirse para la ocasión. Aparte del ya mencionado Aiello, sobresalen nombres míticos como Eli Wallach (padre de Banderas en la ficción: un antiguo combatiente de la Brigada Lincoln aquejado por los primeros síntomas del Alzheimer). O una ocurrente Joan Cusack en el papel de secretaria y chica para todo en la ruinosa galería de arte que regenta Art Dodge. Del resto, poco más se puede destacar: Gabino Diego y hasta Santiago Segura pasaban por allí, el uno para dar vida a un nada convincente pintor de origen cubano; el otro, metamorfoseado en fugaz paparazzi.
Hola Juan!
ResponderEliminarEs una película de la que guardo un buen recuerdo. A decir verdad cada vez tengo mas nostalgia de aquellos 90. Por cierto, ayer día 12 estuve de cumpleaños, 53 velitas...
Nuestro Antonio estaba guapo, pero Melanie ni te cuento...
Saludos!
Pues nada, Fran: ¡muchísimas felicidades!
EliminarUn fuerte abrazo.
Para echar unas risas si no eres demasiado exigente, no está mal.
ResponderEliminarCiertamente: así es.
EliminarBuenas intenciones (recuperar la screwball comedy) y resultados discutibles.
ResponderEliminarUn abrazo.
Aun así tiene su encanto. Un encanto bobalicón, pero encanto al fin y al cabo.
EliminarUn abrazo.