lunes, 4 de enero de 2016

Calabuch (1956)




Director: Luis García Berlanga
España/Italia, 1956, 93 minutos

Martes 29 de diciembre: en vísperas de acabar el año, qué mejor manera de aprovechar la velada que disfrutando del clásico Calabuch que nos ofrecen los amigos de Historia de nuestro cine... 

Calabuch (1956) de Luis G. Berlanga


Un poco bastante se nota que se trata de una coproducción con Italia: la banda sonora de Guerrini y Lavagnino y el encanto naíf del anciano científico protagonista enseguida lo delatan. No en vano, Ennio Flaiano (perdón por la rima fácil) fue uno de los guionistas de una historia que destila un aroma similar al de La Strada (1954) de Fellini. El afable Edmund Gwenn (actor habitual de Hitchcock y ganador de un Óscar en 1948 por De ilusión también se vive) nos brindaba aquí su último papel para la gran pantalla. Un tierno sabio que, un poco como la Gelsomina compuesta por Masina (¡Ups, otra rima...!), nos reconcilia con el género humano al preferir dedicar sus esfuerzos a fabricar cohetes de fuegos artificiales en vez de peligrosos artilugios atómicos.

El inventor del cohete atómico con el pirotécnico del pueblo

Nada volverá a ser igual en la pequeña localidad mediterránea (una idílica Peñíscola anterior a los desmanes del turismo) tras el paso por ella del profesor Jorge Serra Hamilton: no sólo contribuirá a hacer más dichosos a sus habitantes sino que sobre todo él mismo encontrará en Calabuch y en sus sencillas costumbres la felicidad que durante tantísimo tiempo había anhelado. La vaquilla que torea José Luis Ozores en la playa con más torpeza que gloria, la partida de ajedrez que el farero Pepe Isbert juega por teléfono con el párroco del pueblo, la barca que pinta Manuel Alexandre (Esperanza es su nombre, aunque enseguida quedará literalmente diluida por causa del hisopo bautismal), las cinco mil pesetas que le ganan a la localidad vecina de Guardamar en un reñido concurso... Todo ello contribuye a perfilar un amable microcosmos que prefigura las comedias corales que García Berlanga rodaría en años posteriores.

El profesor Hamilton aclamado por el pueblo

El Langosta, el sargento Matías, el cura, el alcalde, la maestra... son algunos de los vecinos que congenian con Jorge de un modo especial. El primero y la última de la lista (encarnados, respectivamente, por los actores italianos Franco Fabrizi y Valentina Cortese) acabarán dándose cuenta de que se quieren porque así se lo hace ver él (especialmente poética es la escena de la serenata de trompeta frente a su ventana). A Eloísa precisamente no dudará en regalarle un velero que, como la maestra, se siente cautivo en el interior de una botella. Resulta curioso, al respecto, cómo el mismo lugar que para el anciano ha significado el paraíso es un infierno para la maestra, quien no duda en espetarle: "Ya me gustaría verlo a usted aquí en invierno, cuando llueve a todas horas y a las cinco de la tarde está todo muerto..."

El Sargento Matías (Juan Calvo)

Porque hay también en Calabuch lugar para la crítica mordaz. Y no sólo por la guerra en miniatura que a punto está de quebrar la paz local cuando los lugareños pretenden enfrentarse a los americanos que vienen a llevarse a Jorge. Asimismo, uno de los fuegos artificiales que se disponen a encender durante las fiestas del pueblo (apenas aparece unos segundos en pantalla) tiene la forma del yugo y las flechas. O cuando el Langosta (delincuente sui géneris donde los haya) afirma sin rubor que el NO-DO es muy aburrido: "Es como una revista, pero siempre atrasada". O el pobre Jorge que se excusa apurado ante el sacerdote: "Es que soy protestante..." Y aquél le replica: "¡No importa: eso se cura!" Por eso nada tiene de especial el hecho de que el científico interprete durante la misa "Oh, my darling Clementine" en el destartalado órgano de la iglesia ni, mucho menos, que vaya sacando de su interior las botellas de Ballantine's procedentes del contrabando.

Peñíscola: Calabuch

De ahí que, tras haber participado activamente de la vida del pueblo (lo mismo jugando a dominó que asistiendo a las clases para adultos), cuando el helicóptero sobrevuele Calabuch en el plano final, sus residentes no duden en despedir al bueno de Jorge con un último cohete.

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