domingo, 17 de enero de 2016

Vive hoy, muere mañana (1970)




Título original: Hadaka no jûkyû-sai
Director: Kaneto Shindô
Japón, 1970, 120 minutos

Vive hoy, muere mañana (1970) de Kaneto Shindô


Inspirada en la vida del joven Norio Nagayama, en Vive hoy, muere mañana la identidad del personaje real se esconde bajo el nombre de Michio Yamada (al que interpreta Daijirô Harada). Tras finalizar la secundaria, es reclutado por el shushoku shudan, un programa de trabajo impulsado por el gobierno japonés de la posguerra y que consistía en enviar jóvenes del campo a la ciudad. En su caso, es casi una clase entera de alumnos recién graduados de secundaria la que es llevada a Tokio para trabajar en una empresa de frutas. A Michio le tocará preparar los exhibidores con la mercancía, pero cuando él y dos compañeros decidan ir durante un descanso al restaurante que se encuentra en otra planta del mismo edificio serán inmediata y duramente reprendidos por el gerente. Primera lección aprendida: para esta generación de jóvenes desarraigados nada va a ser fácil si quieren abrirse camino en la vida.

Inicialmente el joven Michio parece aceptar la situación, pero la rabia y la frustración irán gradualmente apoderándose de él y, tras colarse en una casa en una base militar americana, robará una pistola del interior de un bolso. De ahí a abandonar su trabajo sólo mediará un paso. Una noche, mientras merodea en la parte posterior de una piscina pública es abordado por un guardia de seguridad, con quien forcejea y al que luego dispara.

Michio Yamada: ¿criminal o víctima?

Llegados a este punto, la película da un salto hacia el pasado, a un remoto pueblo de pescadores donde comienza la historia de los padres de Michio. La madre tiene demasiados hijos que cuidar y el padre es un jugador y vagabundo incapaz de hacer frente a sus responsabilidades. Es precisamente en este periodo cuando algunas cosas terribles le van a suceder a una familia acuciada por el hambre: el padre regresa de la guerra, maltrecho y aún más degenerado que antes; las autoridades no resultan de mucha ayuda y una de las hijas mayores es salvajemente violada por un grupo de jóvenes, algo que Michio, apenas un niño, presencia con sus propios ojos. Sólo habrá, al parecer, un instante de consuelo en la vida del muchacho y es al proclamarse vencedor de la maratón en la escuela secundaria. 

Michio, de uniforme, se despide de su madre

Después de matar al guardia, Michio se moverá en el ambiente underground de la capital, relacionándose con muchachas desinhibidas y llevando a cabo trabajos pésimamente remunerados. Tras intentar en vano retomar el contacto con su familia, matará a varias personas más, la mayoría sin razón aparente: un policía que trata de arrestarlo, un par de taxistas o un gánster al que hiere gravemente por haber querido extorsionarle.

La película termina con un intento de análisis de por qué Michio Yamada llegó a perpetrar tantos asesinatos. La mayoría de los que lo conocieron responderán a la nube de periodistas que los acosan con apenas vaguedades, siendo únicamente una antigua compañera de clase la que dé en el clavo: "Michio nunca tuvo suficiente voluntad".

La madre acosada por los periodistas

De modo que lo que a fin de cuentas nos queda es el retrato de una sociedad muy ingrata, ya que Michio no es más que un hombre mediocre que ha sido molido a palos por ella, un poco como el perro de la escena inicial al que él mismo propina un severo puntapié. En definitiva, se trata de una película extraña, cuyo mensaje determinista puede resultar por momentos contradictorio y en la que no se aprecia una puesta en escena excesivamente elaborada ni cuyo montaje parece tampoco ser nada del otro mundo. Y, sin embargo, puede decirse sin lugar a dudas que el resultado final posee la fuerza incontestable de todo el cine de Kaneto Shindô.

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