martes, 19 de enero de 2016

El otro (1972)







Título original: The Other
Director: Robert Mulligan
EE.UU., 1972, 108 minutos



Autor de un puñado de películas entrañables como Matar a un ruiseñor (1962), Verano del 42 (1971) o La rebelde (1965), el norteamericano Robert Mulligan (1925-2008) se atrevía con el drama de terror psicológico El otro a ampliar un poco más la nómina de filmes que han utilizado el mundo infantil como punto de partida. Es esta una película emparentada por no pocas conexiones con Suspense (1961) de Jack Clayton y que se incluye en una tradición a la que también pertenecen algunas cintas españolas posteriores como ¿Quién puede matar a un niño? (1976) de Narciso Ibáñez-Serrador, Los otros (2001) de Alejandro Amenábar o El orfanato (2007) de J. A. Bayona. Todavía podrían añadirse clásicos como La profecía (1976) de Richard Donner, La semilla del diablo (1968) de Polanski o El exorcista (1973) de William Friedkin. En realidad, el referente primitivo que actúa de común denominador de la gran mayoría de estos títulos no es cinematográfico sino literario: la novela Otra vuelta de tuerca de Henry James.

En el caso particular de El otro la ambientación es esa típica granja con granero y establos de la América profunda que hemos visto en El Mago de Oz (1939) o en Único testigo (1985), con sus rancias ancianas y su moral puritana. La acción transcurre en el verano del 35 y los inquietantes hermanos Niles y Holland Perry fueron interpretados por una pareja de gemelos reales: Chris y Martin Udvarnoky, respectivamente.

A lo largo del filme son cuantiosas las pequeñas referencias y/o pistas diseminadas, a veces fugaz e imperceptiblemente, como aquella criatura conservada en formol que apenas se ve en la escena circense y que remite catafóricamente al desenlace de la película. Por cierto que los seres de aspecto monstruoso que en esa misma parte de la trama completan la actuación del mago Chan-Yu son una alusión directa a otro clásico del género: Freaks/La parada de los monstruos (1932) de Tod Browning.

En definitiva, El otro se ha ganado por méritos propios un lugar privilegiado entre los filmes de culto, con su obstinada mezcla entre lo imaginario y lo real y un macabro contraste entre inocencia y crueldad (particularmente despiadado en el caso del "juego" que la abuela Ada le enseña a su nieto) que sembrará de misteriosas muertes la tranquila vida de una familia de Connecticut.


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