domingo, 17 de agosto de 2025

Cuatro confesiones (1964)




Título original: The Outrage
Director: Martin Ritt
EE.UU., 1964, 96 minutos

Cuatro confesiones (1964) de Martin Ritt


Curioso e interesantísimo remake del Rashomon (1950) de Kurosawa, filme mítico que ya había sido objeto previamente de una adaptación teatral en Broadway. El caso es que Martin Ritt y su guionista Michael Kanin se llevan la acción al Far West de finales del siglo XIX para situarla en una destartalada estación de ferrocarril por donde apenas pasa ningún tren. Los tres personajes que allí se resguardan de la intensa lluvia son un predicador que ha perdido la fe (William Shatner), un veterano buscador de oro (Howard Da Silva) y un estafador de poca monta (Edward G. Robinson) cuyo cinismo propiciará que actúe como abogado del diablo mientras los otros dos le van relatando el oscuro incidente que ha tenido lugar en las inmediaciones de aquel distrito.

¿Y qué es lo que ocurrió realmente? Un individuo que responde al nombre de Juan Carrasco (Paul Newman) detiene el carruaje de una pareja de recién casados para ofrecerles un valioso puñal procedente de un supuesto tesoro azteca. A resultas de lo cual se produce un trágico desenlace. Para saber cómo discurrieron los hechos, cada testigo relata lo que, a su vez, escuchó contar en el juicio, ya fuese por boca del principal acusado, la esposa de la víctima (Claire Bloom) o un viejo chamán indio (Paul Fix). Al visualizar todas y cada una de esas variantes, el espectador tiene la posibilidad de decantarse por la opción que más plausible le parezca, ya sea la violación de la mujer, el asesinato o la muerte accidental del marido (Laurence Harvey).



Sin duda lo más llamativo de The Outrage (1964) es ver a Newman caracterizado de mejicano, intentando remedar, sin demasiado éxito, un acento y una forma de comportarse que culturalmente le quedaban muy lejos. Al menos, aunque esto raya un tanto en lo cómico, el hecho de que la cinta se rodase en blanco y negro ayudó a disimular los proverbiales ojos azules de la apolínea estrella de Hollywood. Aun así, su esfuerzo por dotar de verosimilitud al forajido Carrasco se distingue por ese sello inconfundible (excesivo, sobreactuado) que poseían los actores del método.

Como si de un rompecabezas se tratase (y de hecho lo es), las distintas versiones de lo ocurrido se van sucediendo en forma de flashback hasta conformar un complejo mosaico donde se hace difícil dilucidar cuál es la verdad. A fin de cuentas, como dice el predicador al final de la película, todos somos culpables de algo, todos somos cobardes, todos hemos mentido alguna vez y acaso, más allá de una suma de muchos y muy diversos puntos de vista, esa sea la única verdad que existe.



4 comentarios:

  1. Kurosawa le debe al western y el western le debe a Kurosawa.

    Un abrazo.

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    1. En efecto: ahí están "Los siete magníficos" para corroborarlo.

      Un abrazo.

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