viernes, 8 de agosto de 2025

La casa (2024)




Director: Álex Montoya
España, 2024, 78 minutos

La casa (2024) de Álex Montoya


La casa (2024), adaptación de la novela gráfica de Paco Roca, gira en torno a tres hermanos que, tras la muerte de su padre, se reúnen en la antigua residencia familiar con la intención de decidir qué es lo que van a hacer con dicha propiedad. Aunque lo que comienza como una simple tarea práctica (limpiando el jardín y arreglando desperfectos) se irá convirtiendo gradualmente en un viaje emocional al pasado, desenterrando recuerdos, viejas rencillas y el peso de las ausencias.

A este respecto, la cinta del valenciano Álex Montoya constituye un ejercicio de nostalgia y duelo, una oda a los hogares que nos definen y a los recuerdos que perduran, una advertencia de que los lugares no son sólo estructuras de ladrillo, sino sobre todo depósitos de vida, testigos silenciosos de nuestros pasos. De ahí que la casa sea un personaje más, depositaria de memorias que se niega a soltar, pues cada rincón, cada mueble, cada grieta en la pared evoca una historia, un momento de felicidad o de dolor.



Visualmente, los flashbacks mediante los cuales se muestran todos esos instantes del pasado adoptan la apariencia de filmaciones en súper-8, con lo que el efecto nostálgico se hace aún más evidente. De tal modo que el espectador tiene ocasión de reconstruir la historia de los personajes, así como los lazos que les unen. Eso y la minimalista banda sonora de Fernando Velázquez realzan el carácter emotivo de una película en la que abundan los sentimientos a flor de piel.

A nivel de guion, lo más interesante es que el final queda relativamente abierto, sin que sepamos a ciencia cierta si se contempla una posible marcha atrás en la intención de vender la finca. Queda claro, eso sí, que el fin de semana que han pasado juntos ha servido para que Jose (David Verdaguer) y Vicente (Óscar de la Fuente) limen asperezas pese a lo distintos que son. Y también para que la nieta del difunto (María Romanillos) sienta un interés creciente por el lugar, con lo que hay margen para la esperanza.



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