martes, 11 de abril de 2017

La comunidad de los corazones rotos (2015)




Título original: Asphalte
Director: Samuel Benchetrit
Francia, 2015, 100 minutos

La comunidad de los corazones rotos (2015)


Sin duda, la mejor película del día. Y ya hacía tiempo, además, que no veíamos a la Huppert tan mesurada, actuando como sólo ella sabe (cuando quiere).

Es Asphalte (no vamos a utilizar aquí su largo e innecesario título español) un filme poético en el sentido estricto del término, ya que al atreverse a unir lo en apariencia inconexo plantea un feliz hallazgo: el de las parejas que, en su diferencia, se compenetran pese a todo lo que en teoría debiera separarlas. Así pues, el ama de casa argelina (Tassadit Mandi) y el astronauta de la NASA (Michael Pitt), el adolescente irrebatible (Jules Benchetrit) y la antigua estrella del cine venida a menos (Isabelle Huppert), el retraído vecino en silla de ruedas (Gustave Kervern) y la enfermera solitaria (Valeria Bruni Tedeschi) sabrán reconocer en el otro su sabio complemento.



Por sus localizaciones en un destartalado bloque de pisos de cualquier faubourg de banlieu parisino, Asphalte se halla en las antípodas de Demain tout commence, ese engendro pseudoptimista y anticinematográfico al servicio de Omar Sy. Pero precisamente ahí radica su principal mérito: en lograr descubrir la belleza donde nadie la busca. O lo que vendría a ser lo mismo: en darle la vuelta a la cotidianidad más gris para convertirla en pura imaginación.

En ese sentido, Samuel Benchetrit y su guionista Gábor Rassov consiguen algo que sólo está al alcance de grandes maestros del realismo mágico como Cortázar o García Márquez y es ese mostrar lo irreal o extraño como algo habitual y común. De modo que llega un punto en el que asistimos con total naturalidad a las conversaciones entre Madame Hamida y John McKenzie, quienes, a pesar de hablar distintos idiomas y representar culturas antagónicas, se acaban entendiendo a la perfección, en lo que supone una clara referencia al absurdo del enfrentamiento entre naciones o religiones, al tiempo que convierte en realidad la utopía de un mundo en el que la concordia entre todos no sólo es posible, sino incluso sencilla.


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