miércoles, 12 de abril de 2017

Canciones para después de una guerra (1971-1976)











Director: Basilio Martín Patino
España, 1971-1976, 100 minutos



Decía Orson Welles que es en la mesa de montaje donde se hacen de verdad las películas. Y no le faltaba razón, habida cuenta de las posibilidades infinitas que ofrece la sabia combinación de unas imágenes detrás de otras, sobre todo cuando los medios materiales no alcanzan para soluciones quizá más caras pero, sin duda, menos imaginativas.

Uno de los mejores ejemplos de filme hecho a base de montaje es Canciones para después de una guerra, de Martín Patino, en el que la asociación de fragmentos de muy diversa procedencia e índole (películas rodadas en la inmediata posguerra, fotografías, secuencias del NO-DO...) junto a canciones como "Mi casita de papel", "Rascayú" o "Se va el caimán", entre muchas otras, ofrecía un insólito contraste que puso en jaque a la censura franquista, por lo que la cinta no pudo estrenarse hasta después de la muerte del dictador.

Detalle de los títulos de crédito finales en los que se especifica
la procedencia de los fragmentos utilizados para el montaje

Se trata, por otra parte, de una producción enteramente artesanal, en la que su director, con la colaboración de José Luis García Sánchez, Germán Cobos o José Luis Alcaine, se atrevía a insertar planos de la miseria más absoluta generada por las colas de racionamiento con los himnos triunfales del falangismo y viceversa: desfiles de la victoria con el hilo musical de tonadillas de letra satírica. Y todo ello con una finalidad tanto desmitificadora del triunfalista discurso oficial como encaminada a hacerse eco de la verdadera educación sentimental de una generación de españoles.

El orden de las imágenes, a veces coloreadas o manipuladas por el propio Martín Patino (como en el caso de algunos fragmentos musicales de películas de Miguel de Molina), tampoco es baladí, ya que va desde los combates de la guerra civil hasta la designación de Juan Carlos como príncipe, atreviéndose a finalizar con una inquietante instantánea del futuro monarca, cuando apenas era un niño, en la que mira muy serio a cámara, como si quisiera dar a entender la incógnita de hasta qué punto su reinado iba a ser una continuación del régimen militar.

En todo caso, por su espíritu creativo y ecléctico, a veces incluso abiertamente iconoclasta, Canciones para después de una guerra se adelantaba en varios años al carácter irreverente de la Movida madrileña.


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