martes, 17 de julio de 2018

¡Esas mujeres! (1964)




Título original: För att inte tala om alla dessa kvinnor
Director: Ingmar Bergman
Suecia, 1964, 80 minutos

¡Esas mujeres! (1964) de Bergman


Esta peculiar comedia de Bergman es célebre por dos motivos bien dispares. El primero de ellos es que fue la primera película rodada en color por el cineasta sueco. El segundo, mucho más subjetivo, es que ¡Esas mujeres! pasa por ser uno de los títulos más flojos de su filmografía. Tanto lo uno como lo otro ha quedado suficientemente probado esta tarde en la proyección que tenía lugar en la Filmoteca de Catalunya: una copia restaurada en la que la óptima calidad de imagen devolvía a los colores su esplendor original y un goteo constante de espectadores que abandonaban la sala antes de la finalización del filme corroboran ambos aspectos.

Concebida como homenaje confeso al universo creativo de Fellini, no resultaría excesivamente complicado establecer conexiones entre la factura teatral un tanto surrealista de För att inte tala om alla dessa kvinnor (título original de la cinta, que literalmente vendría a significar algo así como "Por no mencionar todas estas mujeres") y las fantasías obsesivas de  (1963). Claro que, en determinados momentos de hilarante gamberrismo (caso de los fuegos de artificio o los malabarismos que el protagonista se ve forzado a hacer sujetando el pesado busto del violonchelista) también cabe plantearse hasta qué punto podría haber influido un sentido del humor de tales características en las primeras obras de Aki Kaurismäki.



En cualquier caso, lo interesante de ¡Esas mujeres! es que desmiente la visión de un Bergman continuamente afligido por sesudas inquietudes espirituales, proyectando, a la vez, una imagen de hombre capaz de reírse de sí mismo mediante subterfugios tan expeditivos como la autocensura o la inserción de comentarios sobreimpresos en pantalla: "Estas explosiones no deberían interpretarse simbólicamente", rezará el cartel explicativo tras la escena antes mencionada.

Pero Bergman nunca es inocente en sus planteamientos y en ese crítico ridículamente pretencioso y atildado que es Cornelius (Jarl Kulle) habría que ver un dardo certero que el director sueco lanza contra sus detractores, los mismos que, ayer como hoy, cuestionan los fundamentos de su cine sin ser capaces de llegar al fondo de lo que pretende transmitirnos a través de películas digamos "serias" como El séptimo sello o la trilogía sobre El silencio de Dios.


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