lunes, 2 de julio de 2018

Formentera Lady (2018)




Director: Pau Durà
España, 2018, 85 minutos

Formentera Lady (2018) de Pau Durà


Ante todo, debo confesar que han sido motivos extracinematográficos (musicales, concretamente) los que me han movido a ir a ver Formentera Lady, debut en el largometraje del actor (y ahora director) Pau Durà. Y es que la película que nos ocupa toma su nombre del título de una canción de los británicos King Crimson, incluida en Islands (1971), el que fuera cuarto álbum de estudio de la banda. No es que Pepe Sacristán esté muy creíble en el papel de viejo jipi trasnochado, aunque su personaje asegure serlo "hasta el forro de los huevos", pero el solo hecho de que se mencionen en los diálogos los nombres de Robert Fripp y Peter Sinfield ya es motivo suficiente para reseñar una cinta que se dio a conocer en el último Festival de Málaga.

"Adonde no pueda llevar estas alpargatas todo el año es difícil que me vean el pelo", le dirá Samuel a su nieto en algún momento. Porque el abuelo Sammy detesta el Continente casi tanto como las responsabilidades; y verse, de la noche a la mañana, con un niño a su cargo trastoca sus planes de irse de gira con los colegas: en tiempos, este hombre (hoy anciano decrépito) parece ser que fue una leyenda del banyo. Casi tanto, al menos según los créditos finales, como el propio Pau Durà con el ukelele: el director, por cierto, se reserva una breve aparición en forma de padre primerizo a quien Samuel se abraza efusivamente durante una de sus estancias en el hospital.



El paso del tiempo y los estragos que causa será, pues, otro de los temas abordados. Y no sólo por la dolencia coronaria que aqueja al protagonista, sino que ello se hará evidente a medida que éste vaya visitando a sus antiguos amores por toda la isla. De hecho, una amiga de Sammy y de la que fue su pareja padece los síntomas de lo que tiene toda la pinta de ser alzhéimer o demencia senil: Samuel, incapaz de llevarle la contraria, se presta a seguirle la corriente como si su hija Anna (Nora Navas) aún tuviese siete años.

Pero tiene unos cuantos más y serios problemas con la justicia. Amén de un niño que se llama Marc (Sandro Ballesteros): formalito y obediente en un principio, el crío se hartará de que los adultos se lo vayan pasando como si de una carga engorrosa se tratase. Lo cual acaba dando pie a una situación que el cine ha explotado en infinidad de ocasiones, siendo Kramer contra Kramer (1979) de Robert Benton uno de los ejemplos canónicos al respecto, si bien es obvio que Pau Durà también se ha inspirado en otra fuente más antigua y radicalmente distinta: More (1969), el hoy filme de culto, con banda sonora de Pink Floyd, que Barbet Schroeder rodó en la Ibiza de finales de los sesenta.


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