martes, 31 de julio de 2018

Deliverance - Defensa (1972)




Título original: Deliverance
Director: John Boorman
EE.UU., 1972, 109 minutos

Deliverance - Defensa (1972) de John Boorman


Me despertaba a cada momento y cuando ya lo estaba completamente, el mosquitero de la entrada de la tienda traslucía una luz gris creciente. Drew dormía en su saco, y tenía la cabeza vuelta hacia mí. Yo agarraba aún la linterna y procuraba imaginarme cómo sería nuestro día. El río seguía su curso, pero antes de que volviéramos a la corriente eran posibles otras cosas. Lo que más pensaba era que me hallaba en un sitio donde nadie —o casi nadie de mi vida cotidiana trabajaría; no había hábito que me sirviera de referencia. ¿Es esto la libertad?, me preguntaba.

James Dickey
Deliverance
Traducción de Rafael Vázquez Zamora

Por segunda vez este verano, aprovechamos una de las proyecciones de la Filmoteca para leer la novela antes de ir a ver la película. Y, como ya sucediera con Reflejos en un ojo dorado (1967) de Huston, hay que decir que la adaptación cinematográfica de Deliverance fue bastante fiel al texto original de James Dickey: ¡y ¿cómo no? si el guion corrió a cargo del propio autor! Bueno: el guion y hasta un cameo hacia el final del filme, ya que el papel de sheriff lo interpreta, y nada mal (por cierto), él también.

De este Dickey (1923-1997) conviene recalcar que fue ante todo poeta antes que novelista. De hecho, apenas publicó tres novelas a lo largo de su vida, frente a los más de veinticinco poemarios que dejó escritos. Sin embargo, sería Deliverance (1970, editada en España por Mondadori en 1994) el título que le daría la fama.

Pese a que el brazo izquierdo pertenece a un doble escondido,
Tim Burton hizo reaparecer a Billy Redden en Big Fish (2003)


Pero volviendo a la fidelidad a la que antes aludíamos, sí que es cierto que la cinta del británico John Boorman va más al grano respecto a las informaciones preliminares que el libro nos aporta sobre la vida profesional y familiar de los personajes, narradas en primera persona por Ed. No quedaba más remedio, teniendo presente que la narrativa fílmica requiere de un lenguaje más ágil. Así pues, sólo veremos en pantalla al hijo y a la esposa de Ed (Jon Voight) al final y muy fugazmente. El niño, dato curioso, es Charley Boorman, hijo del director en la vida real y el mismo que en La selva esmeralda (1985) interpretará al chico secuestrado por una tribu del Amazonas. El caso es que en Deliverance mantiene su nombre de pila auténtico, mientras que, en la novela, el hijo de Ed se llama Dean.

En cambio, en lo que sí que coinciden plenamente texto y película es en el hecho de subrayar la idea de que la naturaleza se toma la revancha contra los urbanitas que en breve harán desaparecer el río Cahulawassee para convertirlo en un pantano. Así pues, los cuatro protagonistas simbolizan, de alguna manera, cada uno con un perfil diferente, al hombre de ciudad, arrogante y necio, incapaz de calibrar la verdadera fuerza del medio ambiente. El único del grupo que parece ser consciente de la magnitud de las fuerzas contra las que lidian es Lewis (Burt Reynolds): él es quien predice el colapso del sistema el día que fallen las máquinas, aunque, paradójicamente, va a ser su altivez de macho alfa la que arrastre al resto a realizar una excursión en canoa de consecuencias nefastas.

En inglés, deliverance quiere decir 'liberación'


La otra lectura posible, tanto del libro como de su adaptación, es la denuncia de cómo el atraso en el que viven los habitantes de las montañas genera comportamientos zafios, cuando no malformaciones congénitas (no hay más que ver al muchacho del banyo en la gasolinera). En ese sentido, la respuesta que proponen Dickey y Boorman no deja de ser perturbadora por el componente profundamente reaccionario que encierra: contra la barbarie de quienes viven al margen del progreso, la solución más efectiva es atravesarles el pecho con las flechas de nuestro arco para luego enterrarlos en medio del bosque. Métodos expeditivos en defensa propia, eco lejano del "malestar en la cultura" propugnado por Freud de quienes anhelan liberarse (de ahí el título) buscando alivio en un primitivismo salvaje, pero que, en cualquier caso, no son exclusivos de Deliverance, toda vez que otras cintas de la época (véase, un año antes, Perros de paja de Peckinpah) abogaban por un remedio similar. De todos modos, y antes de llegar a tales extremos, el prudente Ed le propone a Lewis una salida más civilizada cuando le dice aquello de: "¡Al diablo con todo el plan: volvamos a casa y juguemos al golf!"


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