martes, 17 de enero de 2017

Sólo el fin del mundo (2016)




Título original: Juste la fin du monde
Director: Xavier Dolan
Francia/Canadá, 2016, 97 minutos

Sólo el fin del mundo (2016) de Xavier Dolan


De un cineasta tan intenso como el canadiense Xavier Dolan no podía esperarse menos que una película de la magnitud de Juste la fin du monde. La última entrega del joven actor y realizador adapta la pieza teatral homónima de Jean-Luc Lagarce, un melodrama familiar sobre las complejas relaciones existentes entre los hermanos Knipper y su madre (Nathalie Baye). 

Viendo al protagonista en la escena inicial y escuchando sus reflexiones en off se hace inevitable pensar en Nueve cartas a Berta (1965) de Basilio Martín Patino, filme que también giraba en torno a un joven (Emilio Gutiérrez Caba) que regresa a un ámbito familiar en el que se siente desubicado.

Es un caso similar al de Louis (Gaspard Ulliel) quien, tras doce años ausente, vuelve al seno de un clan marcado por la incomunicación en el que las emociones se gestionan realmente mal: Suzanne (Léa Seydoux) y Antoine (Vincent Cassel) no cesan de insultarse, al tiempo que la esposa de este último, Catherine (Marion Cotillard), asiste con estupor a las continuas trifulcas.



De modo que Louis no podía haber elegido peor momento para presentarse en una casa en la que aún están a años luz de conseguir asimilar la grave noticia que éste tiene que anunciarles: unos problemas de salud que no se detallan, pero que parecen irreversibles, y a los que habría que añadir la incomodidad que desde su adolescencia ha generado en el núcleo familiar la orientación sexual de Louis. En ese sentido, la ira de Antoine actúa de catalizador, ya que sus arrebatos de violencia contra los demás miembros de la familia ponen de manifiesto la incomprensión que lleva padeciendo toda la vida: mientras Louis siempre fue tenido por el hermano sensible, a él le correspondió el papel de rudo cascarrabias, rol contra el que intenta rebelarse en vano.

Por más que la madre procure limar asperezas en determinados momentos, en Sólo el fin del mundo lo que se nos presenta es un conjunto de individualidades, cada una con graves carencias afectivas y, por lo tanto, incapaces de encajar. En la escena del clímax lograrán por fin sacar afuera la angustia que durante tanto tiempo han ido incubando. Es un momento de extraordinario frenesí, en el que del exterior de la casa parece llegar la reverberación de un incendio, tanto es el ardor que alcanza la discusión.


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